TRES ERAN TRES
El número tres del título alude a los tres pisos de la casa, a las tres familias que los habitan, a las tres generaciones que están involucradas y a los tres capítulos en que está dividida la película, cada uno de la En la película hay dos elipsis de 5 años que la dividen en tres capítulos. El tiempo solo no soluciona nada, hace falta mucho amor para superar el dolor de la ausencia.
El juez Vittorio y su esposa Dora tienen un serio problema con su hijo, un joven irresponsable que, entre otros motivos de preocupación, es el responsable de una muerte por atropello cuando conducía borracho. Mónica va a dar a luz sola en el hospital, sin que su marido pueda acompañarla porque trabaja en otra ciudad. Está doblemente asustada, porque tiene antecedentes familiares de demencia y teme que, si también ella es aquejada, no podrá atender a su hijo. Giorgio sospecha, aunque sin ningún indicio, que un vecino anciano y con principios de demencia senil ha cometido abusos sexuales con su hija. Charlotte, la adolescente nieta de ese vecino, está enamorada de Giorgio y lo somete casi a un acoso.
La película constituye una crónica del naufragio de la clase media italiana, que se mira a sí misma como en un espejo, bien encerrada, cada uno en su respectivo “piso”, con sus miedos (a la paternidad, a la soledad, a la insolidaridad, a los peligros silenciosos y ocultos…). Trata también de la dificultad del paso a la edad adulta sin un guía sólido que ilumine el camino. En el fondo se trata de una reflexión sobre la condición humana en general, no solo la italiana.
La sociedad no puede funcionar con tanto individualismo cerrado y vuelto sobre sí mismo. Solo el padre de la pareja de Andrea consigue, al final, contribuir al cambio de la situación. Es un hombre que no ha entrado en el sistema, está abierto a la responsabilidad, a la ayuda, a la comprensión. Él es quien logra propiciar un encuentro y una reconciliación. No en el “edificio” de compartimentos cerrados, sino a campo abierto.
No hay nadie malo, pero nadie se preocupa de verdad de los demás y eso acaba teniendo consecuencias perversas. Los personajes están llenos de humanidad, son creíbles y se hacen muy cercanos al espectador, que puede fácilmente reconocerlos en tantas personas de su entorno. Los actores hacen un trabajo magnífico dando vida a cada uno de los habitantes de ese inmueble simbólico.
Moretti no drefauda y la película está muy bien hecha, con un guion que mantiene el ritmo en todo momento. Abre el filón de varios temas para la reflexión, como la paternidad, la buena o mala educación, el perdón, la necesidad de asumir la responsabilidad de los propios errores, la conciliación del trabajo con la vida familiar, los estragos que puede llegar a causar una sociedad como la nuestra, hipersexualizada, que puede ver fantasmas donde no hay más que gestos de ternura... Los ofrece al espectador para que piense y, tal vez, se autoexamine, pero Moretti no se erige en filósofo ni en predicador y no avanza conclusiones.
Una muy buena película.