EL SUEÑO DE LA RAZÓN PRODUCE MONSTRUOS

María e Ingvar viven aislados en su granja, en una isla de Islandia, dedicados, sobre todo, a la cría de ovejas. Cuando asisten al parto de una de ellas, descubren un misterioso ser, deciden quedárselo y criarlo como si fuera su propia hija. Pero la naturaleza no acepta las manipulaciones del ser humano y cuando es agredida se levanta furiosa contra el hombre.

La película es una historia irreal, con pinceladas míticas. Lo más relevante de los dos personajes principales es la tristeza, que parece pesar como un manto de plomo sobre ellos, su casa y todo el entorno.

Hasta bien avanzado el metraje, el espectador medio (no así los seguidores de Valdimar Jóhannsson y los amantes del cine de terror) puede estar devanándose los sesos para intentar entender el significado de la locura que está presenciando. ¿Tal vez una metáfora del hombre que utiliza a la naturaleza a su servicio sin ningún respeto por ella? ¿Quizás una crítica de las personas que desnaturalizan a sus mascotas, las tratan, cuidan, miman y les hablan como si fueran bebés humanos?

Por fin se cae en la cuenta de que no hay nada de eso (o sí, vaya usted a saber). Es solo una obra magníficamente filmada, de una belleza sobrecogedora. El paisaje, con la casa aislada en medio de tanta soledad, resulta inquietante hasta erizar los pelos. Es como una pesadilla de insania, de irrealidad y terror. Pero lo cierto es que la pantalla parece tener irradiar un extraño poder magnético y el espectador no puede apartar la mirada de esos seres perturbadores.

Visualmente es una película extraordinaria, capaz, además, de mantener la tensión a pesar de una línea narrativa carente de lógica y de cordura. Encantará a quienes gusten del cine de terror. Al resto, más bien no.