ENTRE REALIDAD Y FICCIÓN

Tras un tiempo de inactividad, Manuel decide regresar a los escenarios para montar y dirigir un musical. Busca la ayuda de Sara, su exmujer, una excelente coreógrafa y magnífica bailarina. Manuel, que fue el culpable de la ruptura de su relación de pareja, le pide que, además de ser su más inmediata colaboradora en la coreografía, asuma el personaje de directora en la obra. 

Sara debe representar a una gran bailarina que, tras un accidente, ha perdido la movilidad en ambas piernas y se ha quedado clavada en una silla de ruedas. Tal vez sea una metáfora de los deseos más íntimos de Manuel: recuperar a la mujer que ama, que vuelva a entrar en su vida y en sus proyectos, pero varada en una silla de ruedas para que no pueda alejarse y sea solo para él.

Durante los ensayos, la pasión aflora entre los bailarines en unas escenas de gran tensión y belleza que podrían recordarnos a la inolvidable West side story. Inés, la joven elegida como protagonista del musical, abre, además, una subtrama con su padre, metido en negocios turbios, y la mafia local, que no tiene escrúpulos a la hora de saldar las cuentas.   

En la película se funden, no exactamente realidad y ficción, sino dos niveles de ficción: los personajes que organizan o participan en el musical y la obra como tal, espectáculo dentro del espectáculo, al servicio de una muestra del folclore mexicano. Puro estilo de Carlos Saura. 

La fotografía, bellísima, es, una vez más en el cine de Saura (Flamenco, Taxi, Tango, Goya en Burdeos), responsabilidad de Vittorio Storaro, colaborador también de otros grandes directores como Francis Ford Coppola, Bernardo Bertolucci, etc. 

La trama y subtramas del film, de amor y violencia, vienen a ser prácticamente una excusa o un medio para poner en primer plano la tradición folclórica de la música y el baile de México, en la que se recrea la cámara de Saura.

Es una película muy agradable de ver, un regalo para la vista y el oído.