¿UN PSICÓPATA OBSESIVO?
A través de una aplicación para viajar en vehículo compartido, cuatro desconocidos se han citado en Madrid, frente a la Plaza de Toros de las Ventas. Se trata de dos chicas y dos varones: Julián, el conductor, de aspecto desaliñado y de comportamiento desconcertante, a medio camino entre un delincuente, un peligroso psicópata o, sencillamente, un friki; Ana, espontánea y decidida, con malas experiencias en su pasadoque no ha sabido asumir; Miguel, correcto y discreto, que se siente afectivamente maltratado en su vida; Elisa, tímida, apocada y asustadiza. Está previsto que Ana y Miguel se queden en Cieza. Después, Elisa continuará, ¡sola con Julián!, hasta Murcia.
Primer largometraje de Martín Cuervo, que se inspira en anécdotas reales acaecidas en algunas plataformas de servicio de viajes en vehículo compartido y nos ofrece una película original, técnicamente muy correcta y con un guion que va avanzando con sospechas y descubrimientos muy dosificados, provocando cada vez más tensión en el espectador. Imposible apartar la vista de la pantalla ni distraer la atención.
Es una producción muy sencilla, con solo cuatro personajes y una acción que se desarrolla casi en su totalidad en el interior del coche. Pero Martín Cuervo, también autor del guion, sabe dotar los diálogos de verdadero interés, no por un contenido relevante, sino por la intriga que consigue provocar. Con tan poca posibilidad de variedad en los encuadres, al permanecer prácticamente siempre en el reducido habitáculo del vehículo, el cineasta tiene que jugar casi permanentemente con los primeros planos, pero ofrece secuencias muy cuidadas que, lejos de resultar monótonas, logran que el espectador acabe participando en la inquietud del misterio.
En palabras del director, es una comedia sin chistes. Realmente no los necesita. Los diálogos mantienen el suspense, casi el miedo, sin dejar por ello de ser divertidos. Ana Polvorosa, Andrea Duro y Pol Monen llevan a cabo un trabajo actoral muy bueno, pero el peso de la película recae en un magnífico Salva Reina. Por momentos, la trama avanza solo con su gesto, su mirada o su misteriosa sonrisa. Hay que destacar muy especialmente la música inquietante de Iván Valdés, que envuelve al público y lo deja clavado en la butaca reteniendo el aliento. La música de Valdés es el alma de la acción de intriga, mientras que algunas viejas canciones de Los Brincos añaden una nota pintoresca a algunos momentos más tranquilos, aunque no menos desconcertantes.
Los diálogos y el hilo argumental son surrealistas hasta el final, hasta el sorprendente desenlace.