UN MITO PARA SOÑAR
En Inglaterra, durante la Segunda Guerra Mundial, muchos niños eran evacuados de las ciudades y enviados a pequeños pueblos alejados de los peligros de los bombardeos alemanes. Temporalmente quedaban al cuidado de familias que se habían mostrado dispuestas a acogerlos.
Misteriosamente, Frank, un preadolescente espabilado y fuerte, capaz de tragarse la nostalgia por sus padres y hacer frente a las adversidades, es adjudicado Alice. Lo rechaza de forma terminante y las autoridades del pueblo sólo consiguen de ella que lo tenga una semana, hasta que le encuentren otro alojamiento. Alice no puede ni sospechar que el niño no ha llegado a su casa por casualidad, de forma aleatoria.
En esa época, Alice, que con el tiempo llegaría a ser escritora, estaba entregada en cuerpo y alma a la elaboración de su tesis doctoral sobre mitos y brujerías tradicionales de la zona. A pesar de su belleza y su juventud, es una mujer solitaria, que se ha ganado a pulso la animadversión de todos sus vecinos, que la consideran una bruja peligrosa y hasta espía nazi.
En realidad, tras esa fachada dura como un pedernal, hay dos heridas sentimentales que la dejaron maltrecha. La primera, la muerte de su padre, Tras la que quedó desvalida y sin apoyo. Fue entonces cuando conoció a una nueva amiga, una mujer afectuosa y risueña, en la que pudo volcar todos sus vacíos interiores. Fueron meses de felicidad hasta que ella la abandonó porque anhelaba más que nada en el mundo formar una familia y tener hijos.
La presencia de Frank cerca de ella, además de una enorme molestia, va a poner en peligro la fuerte decisión de su corazón de permanecer cerrado y los fantasmas del pasado pugnarán por salir de nuevo.
La británica Jessica Swale firma una película bellísima, enmarcada en los paisajes idílicos de las costas de Dover. La fotografía de Volker Bertelmann es magnífica y consigue dar a esos parajes maravillosos un componente misterioso, casi onírico. Pero Swale tiene el buen tino de no exagerar en ningún momento, de tal modo que el espectáculo visual está tan contenido que mantiene una discreta elegancia que envuelve, como en una niebla, los arcanos de los mitos que Alice estudia y describe.
Al inicio de la película, una anciana Alice concluye el libro de su vida y en un flashback continuo nos narra su historia hasta el desenlace final , en el que el relato sí hace de nuevo sincrónico . Las interpretaciones son muy buenas sin excepción –la belleza exótica de Gugu Mbatha-Raw en la amiga amada, Penelope Wilton, Alice anciana, Tom Courtenay como Mr. Sullivan, Dixie Egerickx en la pequeña Edie, etc.–, pero hay que destacar a los dos protagonistas, una magnífica Gemma Arterton y un extraordinario Lucas Bond.
Sin embargo, lamentablemente, el guion hace aguas cuando se pone al servicio de la ideología. El problema no estriba en que haya una experiencia de homosexualidad femenina, qué podría haber sido incluso un tema interesante. pero resulta patético el diálogo con Frank sobre el tema. Es absurdo pensar que esa conversación hubiera podido darse en esos años. Ese anacronismo desmerece un guion que estaba llevado con buen ritmo. Y no es el único error que comete la cineasta, porque, en su afán de servir a la ideología, introduce un ataque al cristianismo que no tiene ningún sentido en el conjunto. Una lástima que se estropee así lo que hubiera podido ser una muy buena película.