EL JARDÍN DE EDÉN
John y Molly Chester, dos urbanitas sin ninguna experiencia de campo, deben abandonar su pequeño apartamento en Los Ángeles, a causa de las denuncias de los vecinos por los continuos ladridos de su perro Todd. Lo habían adoptado días atrás y se lo habían llevado a casa. El animal, cariñoso y fiel, se desesperaba en cuanto sus amos abandonaban el hogar para ir a sus respectivos trabajos y él se quedaba solo en casa. No dejaba de ladrar durante horas y horas y la gente del entorno ya no podían más. Después que hubieran fallado todos los recursos para que cesaran los lastimosos quejidos de Todd, y como no estaban dispuestos a sacrificarlo, decidieron abandonar la ciudad y montar una granja ecológica. En el fondo, cultivar la tierra y criar animales en armonía con la naturaleza era su sueño, creían que irrealizable, de toda la vida.
Compraron un terreno de 200 hectáreas cerca del condado de Ventura, en el estado de California. Eran tierras resecas por la constante sequía de los últimos años, y, por tanto, carentes de nutrientes. El primer reto era, pues, convertir ese campo estéril en tierra fértil. John y Molly confiaban en el poder de los ciclos de la naturaleza para regenerarse, pero a ellos les correspondía dar el empujón para que la rueda generadora de vida se pusiera en marcha.
Su proyecto era totalmente respetuoso con el medio ambiente, sin utilizar otros recursos que los que ofrece la madre naturaleza. En consecuencia, lo primero era desechar las prisas y olvidarse, por ejemplo, de pesticidas para combatir las plagas. El documental, rodado en tiempo real, a lo largo de ocho años, muestra cómo la naturaleza va recobrándose por ella misma a poco que la ayuden y la protejan. En ese tiempo, los Chester y el equipo que los ha ido acompañando han podido contemplar el proceso por el que el suelo árido y baldío iba convirtiéndose en tierra húmeda y fecunda. Lo que había sido un auténtico desierto daba vida ahora a más de 10000 árboles frutales y más de 200 tipos diferentes de cultivos. Distintos animales de granja -¡Adorables la cerda Emma y su gran amigo el gallo Greasy!- encontraron allí su hogar. Pero las amenazas del entorno, como los chacales que atacaban al ganado y los pájaros que se comían la fruta, eran muy difíciles de esquivar y la supervivencia de la granja estaba en serio peligro… hasta que entendieron que la fórmula era la sabiduría de la misma naturaleza.
Una película preciosa, que consigue que el mismo espectador se involucre en la odisea de los dos protagonistas. El mismo John Chester, además de colaborar con Mark Monroe en el guion, dirige el film y es el responsable de la espléndida fotografía. El documental constituye un testimonio sobre la armonía en la naturaleza, entre las personas y de estas con todas las especies de animales y la casa común.
En esta época nuestra, tan dramática por el cambio climático, cuyas causas son de todos conocidas, Mi gran pequeña granja es un buen ejemplo que demuestra que lo natural al ser humano y a todas la tierra es establecer vínculos de colaboración fecunda y respetuosa entre todos los elementos del planeta. No tenemos derecho a curvarnos sobre nosotros mismos, ser egoístas y agostar los recursos a nuestro alcance sin importarnos las consecuencias. La Tierra no es propiedad de una generación, es patrimonio de la humanidad, y, como John y Molly, debemos todos esforzarnos en amarla, cuidarla y transmitirla a nuestros hijos hermosa, sana y productiva.