LOS TRES “EMPRESARIOS”: TODOS PARA UNO Y UNO PARA TODOS
Isidro Hernández de 59 años, lleva dos años en el paro. A su edad y sin ninguna expectativa de encontrar ya trabajo, ante él no hay más que dos caminos: o se rinde y olvida la posibilidad de tener alguna actividad laboral o se arriesga y monta él su propia empresa. Con la ayuda de sus dos grandes amigos, Arturo, un exitoso escritor de novelas románticas, y Desiderio, un jubilado con ganas de ser abuelo, se embarcan en un proyecto de negocio que no puede fallar. Ninguno de los tres es empresario, así que van a tener que prepararse en un “coworking”, donde se enteran de que lo que ellos pretenden crear es ¡una “startup”! (que no saben ni lo que significa). Allí, rodeados de candidatos a “jóvenes emprendedores” van a tomar conciencia de cuán distinto es el mundo de los negocios de hoy en día. Pero no hay nada capaz de arredrar a tres viejas glorias dispuestas a triunfar.
Santiago Requejo ha tenido una trayectoria exitosa como director de cortos (Noche de paz, Súper héroes, Rhódea). Ahora, en su ópera prima en forma de largometraje, escribe y dirige una historia sobre una realidad humana muy actual, como es la ingente cantidad de personas que, en una edad en que podrían ser muy útiles a la sociedad, se quedan relegadas sin posibilidad de desempeñar ningún trabajo que no sea atender a los nietos. Requejo lo trata en clave de comedia muy divertida, pero con una mirada tierna, llena de respeto y admiración, hacia esos “abuelos”, llenos de experiencia y sabiduría, a los que el mundo del trabajo ha desechado totalmente.
El guion está muy bien elaborado y la narración avanza con pulso firme, con diálogos muy interesantes, que dan que pensar y, al mismo tiempo, provocan no pocas carcajadas. La trama ve desarrollándose sin vueltas atrás ni desviaciones por ensueños o acciones secundarias. Los tres nuevos socios son, entre ellos, entrañables amigos amigos, de los de verdad, incondicionales, los que están ahí siempre, en lo bueno y en lo malo. Cada uno con una vida privada que, lógicamente, se ve alterada por la aventurada iniciativa de crear un negocio, pero ellos tres íntimamente unidos por su sincera amistad.
Todo el reparto hace un trabajo encomiable. Los tres protagonistas, Carlos Iglesias, Ramón Barea y Roberto Álvarez están magníficos, así como Mercedes Sampietro, Ana Fernández y Clara Alonso. Por citar algunos nombres, porque, en realidad, todos están brillantes.
Es una película de valores, que defiende al hombre, al ser humano, que no puede quedar limitado en sus posibilidades por unas normas rígidas según las cuales, a partir de un cierto momento, se convierte, indiscriminadamente, en un ser laboralmente pasivo. De principio a fin nos mantiene con la sonrisa en los labios, cuando no hace estallar las risas. Pero, bajo esa capa de amable comicidad, trata temas de hondo calado, que mueven a la reflexión y ojalá también a la toma de postura.
Al calor de la película y en torno a ella, han surgido distintas acciones de apoyo al emprendimiento por parte de personas de más de 50 años. Sean bienvenidas, acciones y sensibilización.
Una película humanamente muy rica, repleta de valores, tierna y divertida. Para no perdérsela.