ADOLESCENTES DE TREINTA AÑOS

Hace unos meses Litus puso su furgoneta a toda velocidad y la estampó contra una tapia. A los padres les dijeron que había sido un accidente, pero la verdad es que fue un suicidio, aunque nadie se explica el porqué.

Después de un tiempo sin verse, el grupo de los amigos más cercanos se reúnen en el piso que compartían Litus y Pablo, su mejor amigo. Ahora vive allí Marcos, porque se ha quedado sin trabajo, la novia lo ha dejado y lo está pasando muy mal. Pero duerme en el sofá, porque la habitación de Litus sigue intacta. Pablo todavía no ha reaccionado de la pena y lo mantiene todo como estaba.

A la reunión llega Laia, la que era novia de Litus y ahora lo es de Toni, su hermano, que comparece un poco más tarde. También acude Pepe, que tocaba con Litus y ahora, solo, ha triunfado totalmente en el mundo de la música. Y finalmente Su, que fue novia de Marcos y ahora está a punto de casarse. Son seis treintañeros inmaduros, el prototipo del hombre de hoy, sin ningún fondo ni fe en nada. No se sabe bien si viven la vida o dejan que la vida pase por ellos y los lleve, si vienen o van. Quizás por eso se suicidó Litus, porque para él, como para sus amigos, todo era vacío y sin sentido, un flotar sobre la nada.

El relato va adquiriendo una cierta fuerza a medida que cada uno acaba sacando lo que llevaba dentro (que no es mucho más interesante de lo que llevaban fuera) y el diálogo roza el drama pretendidamente profundo y de disquisición humanística. Como es lógico, poco puede esperarse de personajes tan huecos. Les inquieta un suicidio y, paradójicamente, el aborto no les altera.

Lo menos malo de la película son los actores, que resuelven bien la papeleta de tirar adelante con una historia tan floja en insulsa.

Prescindible.