UNA ARAÑA ENAMORADA
Peter Parker ha decidido irse de vacaciones a Europa con su amigo Ned y sus compañeros del instituto. Durante esas semanas pretende olvidar sus superpoderes, llevar una vida normal de adolescente y dedicarse a conquistar a MJ, de la que está enamorado. Su intención es declararle su amor en París. Pero cuando se es un superhéroe no resulta nada fácil mantenerse indiferente ante circunstancias adversas. Y así, cuando Nick Fury requiere su ayuda para frenar los ataques de unas criaturas elementales, unos gigantescos seres monstruosos de agua y fuego, que están sembrando el caos y la destrucción en ciudades emblemáticas de Europa, Peter no tiene más remedio que intervenir.
Cuando Fury le entrega a Peter las valiosas gafas que permiten un poder tecnológico casi ilimitado, que son el legado que Tony Stark dejó para él, el joven se siente abrumado entre la responsabilidad de ser digno de su mentor y, por otra parte, la propia inseguridad, natural en un adolescente, de no creerse capaz de estar a la altura de la confianza que Stark depositó en él.
A pesar de estar muy alejado de la calidad de Spider-Man: Un nuevo universo, Jon Watts consigue una cierta originalidad, resaltando sobre todo la condición de adolescente del personaje. De hecho, casi lo más destacable de la trama es su faceta de comedia romántica para jóvenes. Es también acertada la presencia de Mysterio (Quentin Beek), al que Peter admira desde que ha visto con qué valor se enfrentaba al monstruo del agua.
El reparto lleva cabo un buen trabajo, lo cual contribuye a que el ritmo se mantenga. Tom Holland hace tan bien el papel de adolescente inseguro que, por momentos, casi corre el riesgo de convertirse en antihéroe. Es impresionante cómo los 22 años de Zendaya se transforman en los 16 de una mujer en ciernes. Jacob Batalon, el noblote Ned, tiene ocasión de lucirse, y Jake Gyllenhaal, el informador de Los hermanos Sisters, parece sentirse muy cómo como Quentin Beek. La banda sonora funciona bien con clásicos del rock, muy adecuados para un grupo juvenil.
Las escenas de acción, ricas en complicados efectos visuales, sin dejar de estar bien, acaban resultando ya rutinarias. La peligrosa presencia de cientos de clones tiene toda la apariencia de un videojuego. Y en todo caso, el desarrollo y el desenlace resultan previsibles. En algún momento, la película quiere resultar aleccionadora pero, en realidad, se limita a algunas frases que no se desprenden tan directamente del argumento. Es Quentin quien las pronuncia, como una reflexión personal: “Es fácil engañar a la gente cuando ella misma se engaña”. “La gente necesita creer y actualmente se cree cualquier cosa”.
Hay que advertir al espectador, que no salga disparado de su butaca cuando empiecen a aparecer los créditos en la pantalla, pues restan todavía dos escenas muy sustanciosas.