LA MUERTE TENÍA UN PRECIO EN ORO
Los hermanos Charlie y Eli Sisters son dos pistoleros que trabajan a sueldo para un magnate apodado el Comodoro. Viven en un mundo salvaje y su trabajo consiste en suprimir a quienes el jefe les indique. En su vida han liquidado sin piedad a otros criminales como ellos, pero también a inocentes. El hecho de matar no les altera el ánimo. Eli, el pequeño, marcado desde la infancia por la violencia de un padre alcohólico, estaba casi predestinado para esa forma de vivir. Charlie, sin embargo, siente la nostalgia de una vida normal, con relaciones humanas cálidas, y quisiera que esta fuera su última misión. Pero justamente la misión actual es la más complicada de su historia de matones a sueldo: El Comodoro les ha ordenado seguir y matar a un hombre Herman Warm, pero las cosas se complican cuando John Morris, el informador que debía facilitarles la localización de su objetivo, se alía con él.
El viaje desde Oregon hasta San Francisco, donde se concentran los buscadores de oro, se convertirá en el itinerario más peligroso que hayan conocido nunca. En una película tan áspera y dura, situados en el filo de la inexistente distancia entre la vida y la muerte, cabría imaginarse a los personajes atormentados por el horror de tanta sangre en las manos y tanta violencia en sus días y en su entorno, pero los dos hermanos se abren a las confidencias, los recuerdos y las expectativas de futuro. Frente a ellos, Herman Warm y John Morris mantienen largas conversaciones con utopías socialistas y anticapitalistas extemporáneas. Pero es que la narración parece ser un trasunto de la sociedad occidental actual. Un idealista habla de una sociedad libre, sin opresión, sin avaricia ni diferencia de clases, en la que todos los bienes se compartirían equitativamente. Ahora bien, en la realidad, para hacer posible la utopía, hace falta oro, es decir, dinero y poder. Y para conseguirlo, se utiliza el modo de producción más salvaje, que corrompe al hombre y destruye la naturaleza. Las escenas de los cuatro buscadores heridos y los peces junto al río son una imagen plástica de la deriva de nuestro mundo.
En el plano positivo, los dos hermanos Sisters representan la posibilidad de que todo ser humano, por muy corrompido que esté, puede cambiar la orientación de su vida y, lo que es más importante, renovar su corazón.
Los cuatro actores principales dan una lección de trabajo actoral. Además, Jacques Audiard, que ha sabido rodearse de un equipo técnico extraordinario –música, fotografía, vestuario- ofrece una magnífica película, con un guion interesantísimo. La escena final es impresionante y conmovedora. Es como si en medio de la destrucción y la muerte, se abriera una gran ventana a la esperanza.