UN CANTO A LA VIDA Y UNA PROFESIÓN DE FE
El dúo de música country Joey + Rory llegó a ser muy célebre en Estados Unidos, a partir del año 2008. Sus componentes, el matrimonio Feek, llegaron incluso a tener su propio show televisivo. Durante varios años seguidos disfrutaron de las mieles de la gloria, pero en 2014 decidieron concederse un tiempo «sabático», porque estaba a punto de llegar al mundo su primer hijo en común. Querían disfrutar de la experiencia y disponer de todo su tiempo para dedicarse plenamente al bebé. Rory se armó de una máquina casera, decidido a hacer un reportaje completo del hijo que esperaban con tanta ilusión. Empezó su labor de cineasta en el momento mismo del parto, para no perderse nada de la vida y el desarrollo de su hijo.
Cuando les comunicaron que Indiana, su pequeña recién nacida, tenía síndrome de Down, ni la noticia hizo mermar ni un ápice la alegría de los padres, ni Rory perdió entusiasmo para seguir con sus grabaciones. Ni tampoco se desanimó cuando se detectó la grave enfermedad de su esposa. Él continuó grabando a la niña y a la madre, ahora con su lucha valiente por la vida. Fueron dos años de grabaciones de la intimidad de una familia, una historia de amor, dolor y esperanza que querían contar al mundo.
La canción de nuestra vida es un documental conmovedor, pero en absoluto melodramático. Vemos a Rory y Joey como un matrimonio feliz, en el sentido más pleno del término. Se mueven en niveles de realidad muy elevados: han creado un auténtico encuentro personal entre ellos y su vida entera está iluminada por los valores del amor y la generosidad incondicionales, todo ello bien fundamentado en una fe religiosa inquebrantable. Viven con un gozo indescriptible el don de la vida, de la familia y de ese nuevo ser, Indiana, que ha llenado su hogar de una nueva luz. En ningún momento aparecen angustiados o quejosos por la situación de la pequeña ni por la enfermedad de Joey, una mujer feliz, con solo 40 años, guapa, en plena cumbre de su carrera musical, feliz con su marido y con una niña a la que adora y que tanto la necesita. En su película, van manifestando cómo se sienten en manos de un Dios que los ama con la ternura de un padre y, por tanto, cuanto les suceda, sea bueno o malo, tiene sentido.
Aunque ellos traslucen paz y alegría en todo momento, en ocasiones el espectador no puede por menos que sentir un pellizco en el corazón y lágrimas en los ojos al ver cómo se enfrentan al dolor. El documental, que rezuma sinceridad, es un canto a la vida y un testimonio de fe extraordinario. Vemos cómo Joey y Rory, lejos de curvarse sobre ellos mismos para intentar sobrellevar la adversidad, se abren confiadamente al Dios en el que creen y su fe se convierte en fuente de esperanza. No hay mejor lenitivo.
El film es muy sencillo, porque no tiene más recursos que las grabaciones de Rory montadas una detrás de otra en orden cronológico. Es, pues, una narración muy simple: introducción, núcleo y conclusión. Pero eso no significa que no sea interesante y que no se siga con interés. La cámara de Rory ha recogido escenas de encuentros familiares, visitas al hospital y, sobre todo, muchos momentos de la familia Feek en su granja de Tennessee, los trabajos en el campo, los juegos con la niña, cómo la cuidan y la pequeña va avanzando en su desarrollo, el amor de los esposos… De fondo el blues cristianos de las canciones de dúo Joey + Rory, que tanto éxito tuvieron en los Estados Unidos.
La historia de Rory y Joey es una manifestación de coraje ante los obstáculos, reciedumbre ante la enfermedad, señorío sobre el sufrimiento, voluntad para encontrar el sentido profundo de cuanto acontece en la vida y, por encima de todo, fe y confianza absoluta para reconocer la presencia amorosa de un Dios que los sostiene en toda situación, por dura e incomprensible que sea.
Es una película impactante que da mucho que pensar y constituye un aldabonazo a nuestras vidas y al modo en que a menudo nos dejamos asolar por el dolor y las dificultades.