Zain, un niño de 12 años, declara ante un Juez. El juez le pregunta: «Por qué has demandado a tus padres». Y Zain responde: «Por haberme dado la vida». Siguen entonces una serie de flashbacks para mostrar cómo se ha llegado ante ese tribunal.
Zain no conoce exactamente su edad, porque sus padres no lo declararon al nacer y ya ni se acuerdan de las fechas de nacimiento de sus hijos. Está obligado a salir a la calle y buscar el modo de llevar dinero y comida a casa. Pero se rebela cuando ve cómo sus padres venden a un hombre a su querida hermana Sahar, de solo 11 años. Entonces se va de casa y se lanza a la aventura de sobrevivir solo en Beirut, una ciudad caótica y despiadada. De ahí el título que Nadine Labaki ha elegido para su película: Cafarnaúm, del término francés capharnaüm, que significa lugar donde reina la desorganización y el desorden. A lo largo del periplo de Zain, se deja ver la corrupción que reina en esa caótica ciudad.
Siguiendo a Zain, Labaki lleva su cámara al nivel de los niños que vagan por las calles buscándose la vida, como si fuera un documental, aunque los personajes en realidad son ficticios, lo cual imprime una gran energía al relato. El espectador se sumerge con Zain en el caos, con la tensión de temer que el niño no va a poder resistir tanta presión sobre sus frágiles hombres. La cineasta levanta también la cámara hacia personajes adultos, algunos siniestros, que se mueven amenazadoramente -el comerciante sin escrúpulos que compra a Sahar, el hombre que comercia con los sin papeles…-, otros, como Rahil y su hijo Yonas, víctimas de un sistema que oprime a los más débiles.
Zain Al Rafeea, cuyo nombre se ha conservado para el personaje que interpreta, está magnífico en un papel nada fácil pero que él logra hacer creíble y conmovedor. Su aplomo al hablar y sus gestos tan expresivos sorprenden en un actor tan joven e inexperto. El personaje es impresionante, por su bondad natural y su extraordinaria inteligencia para analizar y afrontar la realidad que le toca vivir. Cuando denuncia a sus padres, lo que pretende es que se les impida seguir procreando para utilizar a sus vástagos en su beneficio: si es niña, la venderán y así obtendrán dinero y si es varón lo obligarán a mendigar por la calle. Zain quiere evitar que engendren nuevas vidas irremisiblemente destinadas al sufrimiento por los intereses espurios de unos progenitores monstruosamente egoístas.
La denuncia de una realidad cruel con muchos niños es el tema estremecedor de la película, en el cual convergen, además, otros subtemas no menos interesantes, como la condición de la mujer, la miseria, las costumbres de una sociedad anclada en costumbres y tradiciones anticuadas e injustas, y un mensaje de hondo contenido humanista concretado en las palabras, los gestos y las miradas de un niño sin infancia.
Los actores, algunos de los cuales no son profesionales (la misma directora asume el papel de la abogada de Zain), hacen un gran trabajo y consiguen dotar al relato de un áspero realismo. La película es muy sombría y con un planteamiento pesimista hasta llegar al desenlace, cuando, de modo casi forzado, ofrece algo de esperanza, aunque no sea más que para hacerla digerible al espectador.