UNA HISTORIA VERDADERA
Ambientada en el Détroit de los años 80, en pleno apogeo de la guerra contra la epidemia del crack, la película está basada en la historia real de un padre de condición humilde, Richard Wershe, y de su hijo Rick Jr., un adolescente que fue confidente del FBI, antes de convertirse él mismo en traficante, y que finalmente fue abandonado a su suerte por todos los que lo habían utilizado.
La historia de «Rick, el blanquito», al principio traficante obligado, con menos de 15 años, después ya por voluntad propia, es realmente impresionante. Es un crudo retrato de la América de los años 80, con esas ciudades industriales abandonadas, donde en una feria podían adquirirse toda suerte de armas. Allí, la tónica general era el abandono escolar por parte de unos jóvenes que habían nacido y crecido en el ámbito de la delincuencia y a los que no se les ofrecía prácticamente otra oportunidad que delinquir también ellos, y todo eso acompañado de los estragos de la droga.
En ese marco sobrecogedor, la película narra la caótica adolescencia del joven Rick, obligado a ser adulto siendo todavía un niño, manipulado por unos y otros y a quien se le negó toda posibilidad de salir del pozo negro. Como se lamentaba su abuelo, se había malogrado la vida de un joven. Pero, en realidad, casi no podía esperarse otra cosa, habiendo crecido en una familia desestructurada, con madre ausente, hermana drogadicta y un padre inmaduro, incapaz de aportar ni un mínimo equilibrio a sus hijos ni de abastecerlos de las necesidades más básicas.
Demange da pruebas de su talento como realizador al conseguir impregnar un relato de traficantes de droga de un cierto sentido social y provocar en el espectador una corriente de empatía hacia los dos principales protagonistas, padre e hijo. Las interpretaciones de ambos son magníficas. Si Matthew McConaughey hace un trabajo soberbio, es sobre todo el joven Richie Merritt quien sorprende en su papel de «Rick, el blanquito». A sus 17 años, es una verdadera revelación. También Bel Powley está muy bien como Dawn Wersche, la hermana drogadicta.
Puesto que el film no se limita a la narración de unos sucesos, sino que se detiene también en el drama íntimo de los protagonistas, se echa de menos algo más de profundización en los personajes, especialmente en los agentes del FBI. Cabría esperar algo más en la descripción de su actuación y de sus relaciones con Rick. No para hacer un juicio ético, sino para ofrecer al espectador elementos de juicio. Pero, como sea, es una buena película que se ve con gusto.