ENTRE LA MENTIRA Y LA VERDAD
Maya Vargas tiene sobradas facultades para haber triunfado en el mundo empresarial, y la experiencia así lo demuestra en el supermercado en el que trabaja. Pero carece de títulos universitarios, lo cual la condena a no pasar nunca del segundo puesto, aunque, como es el caso, el primero en el escalafón, es decir, su jefe inmediato, sea mucho menos avispado y competente que ella.
Con intención de ayudarla, el hijo de una amiga decide entrar en la red de mentiras y falsedades de Internet y crea para Maya un perfil de excelencia profesional: estudios en la más prestigiosa universidad, másteres, actividades deportivas, compromiso social… En suma, una trayectoria apabullante. De inmediato es convocada para una entrevista con el mismísimo presidente de Franklin & Clark, una de las más importantes marcas de cosméticos del país. Sin tiempo para reaccionar, se ve nombrada «jefa». Asume el cargo con un cierto vértigo pero convencida de que tiene mucho que aportar a la empresa. Sin embargo, como era de prever, su fulminante ascenso ha provocado envidias y mucha gente está dispuesta a destruirla, mientras que su relación con Zoe, vicepresidenta de la compañía, se va enmarañando cada día más.
Peter Segal presenta una comedia amable, a mayor gloria de Jennifer López. Es como un traje a la medida. La historia avanza en dos tramas perfectamente trenzadas: la dimensión profesional de Maya Vargas, sus vicisitudes en Franklin & Clark y, al mismo tiempo, en el ámbito de su vida privada, su secreto drama íntimo, que es la causa de la inexplicable renuencia a casarse y formar una familia con el hombre al que ama. La película tiene todos los elementos típicos de una comedia sencilla, como «buenos contra malos» -unas buenas amigas muy divertidas, que la quieren y la arropan, pero que son especialistas en meter la pata, frente a sus rivales en la empresa, que le han declarado una guerra sin cuartel-; una mentira dicha sin mala intención, pero que empieza a rodar totalmente fuera de control y provoca situaciones muy divertidas; un camino tortuoso hacia el previsible «happy end»… Todo ello aderezado con algunas escenas un tanto edulcoradas que pretenden dar emotividad al conjunto.
No cabe esperar más de la película que pasar un rato agradable. Pero la verdad es que dos horas con la sonrisa en los labios realmente no está mal.