3 OSCAR 2019: MEJOR DIRECTOR, MEJOR FOTOGRAFÍA y MEJOR PELÍCULA DE HABLA NO INGLESA/ 1 MEDALLA CEC: / 1 GOYA: MEJOR PELÍCULA IBEROAMERICANA/ 2 GLOBO DE ORO: MEJOR DIRECCIÓN, PELÍCULA EXTRANJERA/ ALFA Y OMEGA: MEJOR DIRECCIÓN/ 4 PREMIOS BAFTA: PELÍCULA, DIRECTOR, FOTOGRAFÍA, LENGUA NO INGLESA/ PREMIO FORQUÉ: PELÍCULA LATINA/ LEÓN DE ORO FESTIVAL DE VENECIA 2018/
En ROMA con AMOR
Decada de los 70. Cleo, de origen mixteco, trabaja como empleada de hogar con una familia de clase media de la colonia Roma, cerca del centro de la Ciudad de México. Las largas ausencias del padre, dejan a Sofía, la madre de familia, al cargo de sus cuatro hijos. Afortunadamente ahí está Cleo, que quiere a los niños con la misma inmensa ternura con la que ellos le corresponden. Son tiempos convulsos, en el seno de la familia, para el país mexicano y también para la vida privada de Cleo. Los profundos lazos afectivos entre Sofía y la joven Cleo, por encima de la diferencias de raza y clase social, tejerán el ámbito seguro en el que los pequeños podrán mantenerse arropados y seguros y ellas dos podrán conservar el equilibrio interior.
El plano de apertura de la película parece anodino, pero no lo es: los créditos van apareciendo sobre unas baldosas oscuras, que reciben el agua de alguien a quien todavía no vemos, que las está limpiando. Es un patio angosto, grisáceo, a cielo abierto. En lo alto, la silueta de un avión; al fondo, la silueta de una sirvienta que realiza su trabajo. En el último plano del film, casi idéntico al primero, ambos cobran todo el sentido: la misma sirvienta lleva a cabo silenciosamente su trabajo en una zona externa de la casa; el entorno es gris y en lo alto, la misma silueta de un avión. Y aparece la dedicatoria llenando la pantalla: A Libo, la Cloe de la infancia de Cuarón. Principio y fin del relato. En medio, vemos la vida cotidiana de una familia acomodada, desde el punto de vista de Cloe, una de las dos sirvientas de la casa, una mujer que llena su trabajo de amor, prodiga amor y es correspondida con el mismo cariño. En esa suerte de biografía intimista del cineasta, Cleo (o Libo) es la auténtica protagonista. Algunos de sus gestos podrían parecer serviles, pero hay tanto afecto entre ella y los cuatro niños, que todo se eleva a un nivel de dignidad humana extraordinario.
El título puede llevar a engaño, porque Roma no se refiere a la capital italiana, sino a un barrio de la ciudad de México, en el que Alfonso Cuarón enmarca su infancia. Pero el término es bifronte y leído del revés nos da la esencia de los recuerdos del cineasta, que constituye a su vez la esencia de la historia que narra: amor. ROMA - AMOR. La película es una declaración de amor, un homenaje a la mujer que lo cuidó a él en sus primeros años. Una mujer insignificante en razón de su origen y de su condición social, pero una auténtica heroína en el sentido literal del término, como persona que realiza una acción muy abnegada en beneficio de una causa noble: bondadosa y humilde, totalmente entregada a su trabajo, y capaz, en una circunstancia dramática, de un coraje excepcional. No por servilismo, sino por amor.
El mayor acierto de Cuarón es no abandonar en ningún momento el tono íntimo de su narración. Hubiera podido escorarse hacia un relato detallado de los acontecimientos de junio de 1971 o detenerse en presentar una imagen de su país en esa época. Pero, desde el principio hasta el final, solo asienta la trama en sus propios recuerdos de niño, en toda su pureza, sin elaborar. Dibuja un fresco, pero no de un lugar y una época, sino un fresco intimista que expresa la vida cotidiana, sencilla, sin grandes aspiraciones. De ahí que los conflictos de los personajes aparezcan sin artificios, auténticos en su simplicidad, y su pena sea un dolor contenido, si bien no por eso menos lacerante. Evidentemente, en el film no pueden eludirse las referencias a los terribles acontecimientos que se dieron en México en esa época: aparecen los grupos paramilitares que atemorizaban a la población, y los personajes de la historia son testigos directos de los terribles sucesos de Corpus Christi, ocurridos el 10 de junio de 1971 en Ciudad de México. Prácticamente las únicas escenas de acción tienen que ver con el clima político de aquel momento, porque la tónica general del film es la suavidad de los recuerdos que Cuarón deja brotar tal cual, con su carga de amor y de nostalgia.
El aspecto formal que caracteriza la película es la fascinante belleza de las imágenes en blanco y negro, que contribuyen a expresar el sentimiento de melancolía que impregna todo el relato. Sobre ese lienzo maravilloso, Cuarón nos ofrece una recreación impecable del México de cincuenta años atrás, con las manifestaciones violentas, pero, sobre todo, con la vida normal, que transcurre plácidamente: las salas de cine, los bailes populares, el afilador que llama a sus clientes, las bandas de música por las calles… La puesta en escena es excelente y los actores, algunos de los cuales se ponen ante una cámara por primera vez, están magníficos. Hay que destacar especialmente a Yalitza Aparicio, capaz de transmitir toda la ternura y el desgarro interior de la bondadosa Cleo.
La fuerza poética de la película brota menos de los acontecimientos que de su estilo nada artificioso, con largos planos secuencia que parecen suspender el tiempo. Algunos momentos son especialmente memorables, como la última escena en la playa, culminación de toda la historia humana narrada: entre la vida y la muerte, tan cercanas, solo el amor da sentido a la existencia.
Roma nos deslumbra por su belleza formal y nos conmueve por su sencillez en contraste con su rica densidad humana. Es una película bellísima, llena de valores. Una obra excepcional de un maestro del cine contemporáneo.