ENTRE LA LUZ Y LAS SOMBRAS, LA BELLEZA DEL PERDÓN
La capilla de St. James está situada en el campus de la Universidad de Hadleigh. El rector Thomas Ellswoth y la junta universitaria quieren recuperar el solar para dedicarlo a actividades con los alumnos. En realidad, lo que les mueve en el fondo es un deseo de erradicar cualquier referencia a la trascendencia. No quieren combatir el sentimiento religioso en el ámbito de las ideas, simplemente quieren eliminarlos de su entorno. Sin duda es más rápido y cómodo, aunque no implique respeto, ni amor a la verdad. La pretendida superioridad intelectual de los laicistas no es otra cosa que un disfraz para ocultar su intolerancia, llevada, incluso, hasta la violencia. Por eso no se prestan al diálogo sincero en busca de la verdad: sus medios son la manipulación y el abuso de poder.
Un incendio provocado causa la muerte del ayudante del pastor Dave, responsable de St. James. A partir de ese momento, el pastor tomará una postura mucho más decidida para no rendirse a las coacciones de la universidad. Contará también con la ayuda de su hermano abogado Pierce para defender su causa en los tribunales.
Mientras tanto, el estudiante Josh Wheaton, causante casi involuntario de la tragedia, vive angustiado por las consecuencias que puede acarrearle su estupidez, al tiempo que su amiga Keaton está en momentos decisivos de reflexión sobre su fe.
Tercera entrega de la serie Dios no está muerto. La primera tenía a Dios en el centro, la segunda a Jesucristo y esta tercera, dirigida por Michael Mason (en las dos anteriores, el director fue Harold Cronk) está dedicada a la Iglesia. La película es una metáfora continuada sobre la Iglesia en el mundo, llamada a ser «una luz en la oscuridad», pero cuyos miembros no siempre alumbran y hasta, a veces, son factores de oscuridad. Por tanto, para juzgarla, deben contemplarse en detalle los dos planos de narración que presenta: uno, con sentido recto y el otro con sentido figurado. Limitarse a uno u otro supondría no hacerle justicia.
La capilla de St. James -la Iglesia- es anterior a la universidad, y ésta surgió y creció gracias a ella. Evidentemente nadie puede negar las raíces cristianas de la civilización y la cultura occidentales. Pero, con el devenir del tiempo, el mundo laicista se ensoberbece de tal modo que niega a Dios y quiere imponer el pensamiento único, lo cual desemboca en una agresividad, más o menos virulenta, contra la Iglesia, para erradicarla de la sociedad -del campus- y dejarla reducida, en el mejor de los casos, al ámbito privado, sin permitirle dejar oír su voz. Resulta paradójico como, en nombre de la cultura y de la ciencia, se impide toda búsqueda de la verdad, que constituye la actitud fundamental de cualquier tipo de investigación.
La reflexión sobre la Iglesia en el mundo de hoy, la beligerancia de los laicistas, a veces la torpeza o las debilidades de los cristianos es muy oportuna. Como lo es descubrir la necesidad de que los hombres y mujeres de nuestra época no se dejen manipular y anestesiar, y no dejen de hacerse las grandes preguntas sobre el ser humano y sobre el sentido de la vida y la muerte; que los creyentes asuman el don de la fe como una tarea para alcanzar una fe adulta, firme y robusta; que lo más propio del cristianismo es el amor y el perdón… Son temas muy interesantes para el diálogo y la reflexión. E imprescindibles para una educación en una fe madura y responsable.
Sin embargo, si el nivel simbólico funciona muy bien, no sucede lo mismo con el desarrollo del sentido recto de la narración. La historia está bien planteada, los actores hacen un buen trabajo, las relaciones humanas están bien trabadas… Pero, los dos coautores del guion, Howard Klausner y Michael Mason, parecen haber olvidado que la función de una metáfora es sugerir, conmover, impresionar. Si la utilizamos para transmitir un mensaje dirigido a la razón, le quitamos lustre a su belleza y la desnaturalizamos. El plano de la alegoría tendría bastante fuerza por sí mismo para llegar al público y hacerlo pensar. Sin embargo la línea argumental hace aguas, porque, en lugar de desarrollar la trama y que cada cual extraiga sus consecuencias de lo que le sugiere, se dedica a hacer una paráfrasis minuciosa del simbolismo de cada hecho, acontecimiento o situación de la historia. Con lo cual, más que en una lección de sabiduría, se convierte en un sermón solo propio para convencidos.
A pesar de todo ello, el contenido simbólico del film es tan interesante, que se presta al diálogo, si bien con la advertencia que quien lo modere procure sobrevolar las escenas y frases fáciles y edulcoradas y centre la atención en profundizar en la riqueza de la película: la Iglesia en medio del mundo, luz en la oscuridad.