SANTA CLAUS EN APUROS
Faltan pocos días para la Navidad y a Santa Claus se le presenta un gravísimo problema: los 92000 elfos que fabrican los regalos de los niños del todo el mundo, han enfermado todos a la vez. Santa Claus no tiene más remedio que bajar urgentemente a la Tierra con sus renos para buscar la medicina necesaria. Para conseguirlo, deberá encontrar urgentemente aliados que le ayuden a salvar la magia de la Navidad. Pero Santa Claus, solo había visitado la Tierra la noche de Navidad y ahora, en París, en esos días marcados por el bullicio, las prisas y el consumismo, se encuentra totalmente descolocado.
Uno se pregunta qué variación puede encerrar una nueva historia sobre Papa Noël moviéndose entre niños maravillados y felices de habérselo encontrado. Es un tema ya muy manido y se podría decir que agotado. Sin embargo, Alain Chabat, con su humor alocado, sabe imprimirle una frescura que consigue sorprendernos. Por otra parte, bajo la capa de comedia amable y divertida, de forma muy sutil, Chabat denuncia la deriva comercial de la fiesta cristiana, que ha eclipsado el espíritu infantil y bondadoso de esos días. Un ligero guiño, lleno de humor, nos desconcierta al principio tanto como a las personas que pululan por París: Santa Claus lleva un traje verde. Santa Claus es una evolución de «San Nicolás», santo cristiano protector de los niños, por lo que era el encargado de colmar sus ilusiones. En Francia -donde está situada la película-, hasta finales del siglo XIX, el personaje aparece vestido de verde. Es en los primeros años del XX cuando cambia su figura y el color del traje: rojo con ribetes de piel blanca, un grueso cinturón de cuero alrededor de su redondeado vientre y un aire jovial. Sin embargo, el aspecto de Papa Noël, tal como lo conocemos hoy, se fijó definitivamente en 1931, cuando apareció ¡en un anuncio de Coca-Cola!
Está claro que el mensaje de Chabat no se dirige a los niños sino a los adultos: sin acritud, casi de forma subliminal, y siempre con humor, da qué pensar sobre cómo ha ido degenerando una fiesta cristiana de ilusión de niños hasta una fiebre comercial; y cómo San Nicolás-Santa Claus-Papa Noël, de protector de niños, se ha convertido en mero instrumento de marketing. En una escena muy graciosa, el auténtico Santa Claus y un Papa Noël orondo, frente a frente, no llegan a reconocerse entre ellos. Es la imagen plástica de hasta qué punto el personaje -y la fiesta- se ha desvirtuado.
La película está llena de juegos de palabras y de gags visuales hilarantes. Algunas escenas son bellísimas, como la fábrica juguetes donde trabajan los elfos, o el trineo volando por el cielo de París. Los actores están muy bien elegidos. El mismo Alain Chabat está magnífico como Papa Noël despreocupado y bonachón. La presencia de Audrey Tautou como Wanda, su esposa, es escasa pero genial. Los dos componentes del dúo de humoristas PalmaShow, Grégoire Ludig y David Marsais, en sus respectivos papeles del comisario Stéphane Bertoli y del Inspector Olivier Le Guennec, dos policías absolutamente incompetentes, son para morirse de risa. Golshifteh Farahani y Pio Marmai, dando vida a Amélie y Thomas, ofrecen unos perfectos padres de familia bondadosos y asustados, y los dos niños Simon Aouizerate y Tara Lugassy son una delicia como los revoltosos hermanos gemelos Mathis y Maëlle.
Alain Chabat escribe, dirige y protagoniza una comedia familiar que mezcla el humor y lo maravilloso, llena de valores, que provoca la sonrisa de principio a fin, sin perder de vista la emoción de la Navidad en su versión de fiesta de la ilusión de los niños. Una película encantadora para niños y mayores, con un mensaje central: hemos de seguir creyendo en Papa Noël. En el de verdad.