QUÉ FUE DE KARIM
Beirut, 1972. Un diplomático americano, Mason Skiles, celebra una cena en su residencia. Pero antes de pasar a la mesa, llega el mejor amigo de Mason, Cal Riley, agente de la CIA, con extrañas noticias sobre Karim, un huérfano libanés de 13 años, al que el matrimonio Skiles quiere adoptar. Unos segundos después, un grupo de terroristas irrumpe en la casa y dispara indiscriminadamente sobre los presentes.
Diez años más tarde Mason vive en Boston y trabaja como mediador de conflictos en las empresas. A pesar de que ha caído en el alcoholismo, la CIA le pide regrese a Beirut. Un grupo de terroristas ha secuestrado a su amigo Cal y exige la presencia de Mason como negociador. La ciudad que el antiguo diplomático encuentra a su llegada está desolada por la guerra y es un avispero de conflictos y violencia. Las potencias que están presentes en Beirut no buscan, todas y cada una de ellas, más que servir a sus propios intereses, con lo cual, ni él mismo puede fiarse de nadie. Sin contar con que en ese mundo revuelto y confuso, la corrupción encuentra un buen caldo de cultivo.
Puede resultar algo complicado para el espectador comprender con exactitud quién es quien en esa situación de fuerzas e intereses encontrados. Jon Hamm encarna a la perfección a su personaje herido y desesperanzado, en proceso de destrucción, pero a quien un último rescoldo de energía para vivir consigue agudizar su talento para sortear las dificultades y las encerronas. Junto a ese protagonista indiscutible, Rosamund Pike da vida a Sandy Crowder, agente de la CIA y la inseparable compañera de Mason en toda la vertiginosa aventura. El resto del elenco, aunque bastante más desdibujados, cumplen bien.
Es una película de acción, que resulta muy entretenida y que, además, tiene el mérito de presentar con bastante ecuanimidad las difíciles transacciones y los turbios pactos a los que a veces tienen que ceder las fuerzas presentes en Oriente Medio para conseguir algunos de sus fines.