EL ARTE DE NO PEDIR PERDÓN
Nathalie Pêcheux es una profesora de literatura divorciada que, de repente, comienza a sentirse incómoda consigo misma y a experimentar unos celos enfermizos hacia las personas de su alrededor. Su hija Mathilde, una bailarina de ballet de 18 años, es la primera víctima del drástico cambio de personalidad de Nathalie. No puede soportar que sea joven y hermosa, que tenga una piel tersa, que baile bien, que el novio la adore, que se lleve bien con su padre… Sus compañeros del Instituto, que la aprecian de verdad, están pasmados con la agresividad que ven en ella y no logran explicarse qué le está sucediendo. Es como si de momento hubiera perdido la capacidad de amar a nadie y se hubiera replegado sobre sí misma. O más bien, como si hubiera empezado a odiar a todo el mundo sin excepción.
Entre comedia amarga y drama, los hermanos Foenkinos nos ofrecen un guion a la vez ligero, hasta gracioso a veces, y sombrío. Tiene todas las características de las consecuencias de un proceso de vértigo: tristeza infinita, angustia mortal, desesperación, arrebatos destructivos con los seres de su entorno y tocar fondo en el propio profundo vacío interior. Sin embargo, parece que el origen de la transformación es patológico, una neurosis causada tal vez por el inicio de la menopausia. Así se consigue no perder el tono de comedia, porque el personaje no llega a resultar repulsivo, incluso mueve a una cierta compasión, y hasta algunas salidas de todo provocan una cierta sonrisa.
La película está estructurada en tres partes. En la primera de ellas, se presenta a Nathalie terriblemente desazonada y en actitud hostil, sembrando malestar a diestro y siniestro. En la segunda parte, su actitud desabrida se ha descontrolado y ella misma no sabe cómo ni por dónde salir del abismo en el que se ha sumido. Y finalmente el previsible desenlace de la historia.
Karin Viard está impresionante en el personaje más amargo que dulce de una mujer que no acepta la madurez. Su presencia en la pantalla es constante, es ella quien lleva prácticamente todo el peso del film. El resto del reparto es también magnífico. Sorprende la joven debutante Dara Tombroff como Mathilde, la hija bailarina. Anne Dorval como Sophie, la amiga de Nathalie, y Anaïs Demoustier como su rival en el Instituto, están geniales en sus respectivos papeles. Y lo mismo cabría decir de Thibault de Montalembert y de Bruno Todeschini.
Hay situaciones cómicas, pero en general, hay poco espacio para la comedia en ese drama psicológico no muy bien elaborado, en el que hasta los diálogos carecen de chispa. El tono cambia continuamente de la comedia al retrato íntimo pero, a pesar de la elegancia de la película, el resultado no está logrado y produce más aburrimiento que entretenimiento.