Cine y Valores

Sweet Country

Título original: 
Sweet Country
Puntuación: 
7

Average: 7 (1 vote)

País: 
Año: 
2017
Dirección: 
Música: 
Distribuidora: 
Duración: 
110
Crítica: 

EL NEGRO DEBE MORIR

Territorio Norte de Australia, 1929. En Black Hill, una granja alejada del núcleo de población, viven Fred Smith, un hombre blanco, predicador, y sus dos empleados, Sam, un hombre aborigen de mediana edad, y su esposa Lizzie. Por indicación de Fred, Sam y Lizzie van a ayudar a Harry March a instalarse en su rancho. Pero el nuevo vecino es un hombre violento y desequilibrado que considera a los negros como meros objetos despreciables a su servicio. A pesar de la gran tensión que se produce entre ellos, el enfrentamiento se evita de momento y Sam regresa a su casa. Poco después Harry se presenta en Black Hill, totalmente borracho y empieza un tiroteo. Sam acaba respondiendo a la agresión y mata a Harry.

Sería un asunto claro: Harry agresivo, cruel, borracho, violador…, ha iniciado un ataque. Para repelerlo, Sam, un hombre honrado y pacífico, se ha visto obligado a disparar en legítima defensa. Pero Sam es un aborigen negro y Harry un hombre «blanco». Por tanto, lo más probable es que sea condenado a la horca. Sam emprende entonces la huida con su mujer por las magníficas llanuras desérticas del interior del país, perseguido por una cuadrilla de búsqueda encabezada por el sargento de la policía local Fletcher.

Warwick Thornton, el director, y David Tranter, guionista, pertenecen a sendas tribus de Australia Central, y sus propias familias habían pasado por situaciones semejantes. La película, inspirada en una de esas narraciones que pasaban de generación en generación, está basada en una historia real acaecida en la misma época, la segunda década del siglo XX. Tiene todos los elementos de un wéstern clásico -confiscación de tierras, caballos, rifles, vestuario, violencia…-, pero el contenido es aplicable al mundo de hoy: racismo, explotación de personas, y abuso de poder. Hay también intentos de manipulación de la «ley» y la «justicia» en beneficio de los poderosos y en detrimento de los más débiles. Lo más estremecedor del relato es que no se trata de algo anecdótico, sino que, en cierto modo, es reflejo de la barbarie que puede albergar del alma humana.

El reparto cuenta con actores procedentes de la zona, pero que se han hecho célebres en el mundo del cine, como Bryan Brown (el sargento Fletcher), Thomas M. Wright (Kennedy), Ewen Leslie (Harry March), y Sam Neill, éste de origen neozelandés, (Fred Smith). Pero también participan actores locales, que aportan una impresionante sensación de autenticidad. Entre ellos destaca el excelente trabajo de Hamilton Morris, el protagonista.

La fotografía impactante de Dylan River y del mismo Warwick Thornton nos ofrece imágenes asombrosas de un paisaje espléndido e imágenes no menos portentosas de los rostros, especialmente los primeros planos, durísimos, del atormentado Sam. En ese ambiente de crueldad, de desprecio y opresión del diferente, los personajes están tan endurecidos, que sería difícil que les quedara un mínimo sentido ético de comportamiento. Y sin embargo, Fred Smith, cristiano de fe profunda y sincera, y Sam consiguen que su hombría de bien se mantenga por encima de la maldad y la injusticia reinantes.

Un drama de una gran profundidad y una película de una belleza cautivadora.