FE, AMOR Y ESPERANZA PARA VIVIR Y PARA MORIR
La figura de S. Maximiliano María Kolbe es conocida en el mundo entero por un acto heroico en Auschwitz, cuando dio su vida en lugar de Franciszek Gajowniczek, uno de los hombres seleccionados por Karl Fritzsch, el jefe del campo, para morir de hambre y sed en una celda de castigo. El prisionero se echó a llorar recordando a su mujer y a sus hijos y entonces Kolbe salió de la fila y se ofreció para ocupar el lugar de ese pobre padre de familia. Inexplicablemente, Fritzsch aceptó el trueque y Kolbe fue encerrado, con otros nueve compañeros, para morir de inanición. Aunque finalmente, cuando ya sólo quedaban tres hombres con vida, los nazis les inyectaron una sustancia letal. Era el 14 de agosto de 1941.
Pero la cinta de Michał Kondrat, con guion de Joanna Ficińska, aunque da detalles de sus últimos días en el campo de exterminio nazi, no se limita al episodio de Auschwitz, sino que hace un recorrido por toda la vida del mártir franciscano. La primera escena retrotrae a la infancia de Kolbe -que da razón del título de la película-, cuando, con solo once años, el pequeño Raimundo (más tarde adoptaría el nombre de Maximiliano María) tuvo una visión que él mismo explicaría más tarde: «Esa noche pregunté a la Madre de Dios que sería de mí. Ella vino a mí sosteniendo dos coronas, una blanca, la otra roja. Me preguntó si estaba dispuesto a recibir alguna de esas coronas. La blanca significaba perseverar en la pureza. La roja, que sería mártir. Dije que yo aceptaría ambas». A partir de ahí, la película va centrándose en los capítulos más significativos de su vida, como la impresión que le produjeron en Roma las amenazadoras manifestaciones de la masonería contra la Iglesia católica -que le impulsaría a fundar los «Caballeros de la Inmaculada»-, la creación de un periódico, el nacimiento del gran monasterio Niepokalanów, su viaje a Japón…, para culminar con su detención y muerte a manos de los nazis.
Las partes dramatizadas -en las que Kolbe es encarnado por un actor de la talla de Adam Woronowicz, a quien vimos como Jerzy Popiełuszko en la película Popieluszko: la libertad está con nosotros, dirigida por Rafał Wieczyński- se combinan con declaraciones de expertos y de personas que le conocieron, la mayoría de ellos franciscanos, y cuenta con interesantes imágenes de archivo, tanto fotográficas como cinematográficas.
Cuando en 1971, fue declarado beato por el Papa Pablo VI, Franciszek Gajowniczek, el hombre que pudo salvarse gracias al sacrificio de Kolbe, asistió emocionado a la ceremonia. Y once años más tarde, ya con 82 años, pudo estar de nuevo presente en la plaza de San Pedro, repleta de polacos, el día en que el Papa Juan Pablo II canonizó al sacerdote que en Auschwitz había ofrecido su vida por él.
Es un documental muy interesante que nos acerca a uno de los santos más conocidos del reciente siglo XX, nos permite conocer a la persona -totalmente impregnado de devoción y amor a María Inmaculada-, nos descubre los hechos que protagonizó y las huellas que ha dejado y todavía perduran en la actualidad.