¿A QUIÉN BENEFICIA LA MUERTE DEL HOMBRE ASESINADO?
Tres generaciones de la familia Leónides conviven en una mansión de estructura inclinada. Arístides, el patriarca, un multimillonario griego afincado en Inglaterra, acaba de morir envenenado. ¿Podría haber sido un accidente? ¿Un terrible error? Más bien todo apunta a un asesinato. Sophia, la mayor de los nietos y la preferida del abuelo, acude a su antiguo amante, Charles Hayward, detective en Londres, para que investigue el posible crimen, ya que sospecha que el culpable podría ser un miembro de la familia.
En la espectacular mansión Leónides viven: Brenda, la viuda del viejo Arístides, una antigua bailarina, casi 50 años más joven que su marido; Roger, fruto de su primer matrimonio, casado, sin hijos, y quien ha llevado repetidamente a la quiebra una de las empresas familiares; Philip, el otro hermano, casado con una actriz mediocre, pero con ínfulas de creerse una gran artista, y sus tres hijos, Sophie, la primogénita, el insoportable adolescente Eustace y Josephine, la pequeña, muy inteligente pero no menos insufrible que su hermano; finalmente, el personaje de más clase y también el más enigmático de la familia, Edith de Haviland, hermana de la difunta primera señora Leónides, que adora a sus sobrinos y alberga hacia su cuñado un fuerte sentimiento de amor-odio. Otras dos personas habitan en la casa, Laurence Brow, el tutor de los niños, y la niñera.
El reparto para encarnar a esos personajes es muy acertado. Glenn Close como la tía Edith y Terence Stamp como el inspector Taverner están tan magníficos como cabría esperar de ellos. En realidad la película es coral y todos llevan a cabo una buena labor, Christina Hendricks (Brenda), Stefanie Martini (Sophia), Max Irons (Charles Hayward), etc. Honor Kneafsey, a la que vimos recientemente como Christine en La librería, nos deja de nuevo sorprendidos por su buen hacer. El guion, adaptación de una de las novelas más renombradas de Agatha Christie, es excelente. Sabe mantener la intriga, introduciendo giros que provocan el desconcierto, y nuevas informaciones que se añaden a la trama. La ambientación nos recuerda muy de cerca otra obra de Julian Fellowes, la extraordinaria serie Dowton Abbey, mostrando la decadencia de la época británica en que los estratos sociales estaban bien diferenciados y las clases altas vivían en impresionantes residencias en las que se conservaban las tradiciones y un estricto protocolo.
Es una película agradable para el público en general, pero una verdadera delicia para los amantes del cine negro y, más concretamente, para los seguidores de la famosa escritora británica Agatha Christie.