¿CÓMO LOS ACOGEMOS?
La cámara del artista de vanguardia y disidente chino comprometido con los derechos humanos, Ai Weiwei, recorre veintidós países distintos -Afganistán, Bangladesh, Francia, Grecia, Alemania, Hungría, Irak, Israel, Italia, Jordania, Kenia, Líbano, Macedonia, Malasia, México, Pakistán, Palestina, Serbia, Suiza, Siria, Tailandia y Turquía-. Ahí Ai Weiwei ha convivido con comunidades de migrantes y ha recogido sus experiencias para dar a conocer la situación de los refugiados en las diferentes zonas del planeta.
Las imágenes que ofrece Weiwei son variadas, tanto por el objetivo enfocado como por el modo de grabación. Mientras unas veces nos presenta el dolor cara a cara, con entrevistas y tomas espontáneas, en otros momentos nos brinda imágenes muy cuidadas, con encuadres realmente bellos. Curiosamente, lo más estremecedor no es contemplar el sufrimiento humano en primer plano, cuando nos acerca el rostro doliente de los migrantes, sino cuando los drones hacen barridos que nos hacen ver a los seres humanos como minúsculos e insignificantes puntos en movimiento. Es la cruda imagen del reduccionismo inhumano al que son sometidas esas pobres personas.
Aunque la película no tiene en ningún momento una intención abiertamente demagógica y parece limitarse a mostrar lo que hay, para que luego cada uno saque sus propias conclusiones, hay silencios bastantes expresivos. Por ejemplo, habla de las cifras de refugiados que Alemania ha ido acogiendo en los sucesivos años, pero omite hacer referencia a los terribles atentados que ha sufrido por parte de terroristas que habían penetrado en el país germano precisamente como refugiados. Por otra parte, no establece diferencia entre «refugiados» y «emigrantes». Mezclar a la familia Kennedy -que emigraron desde Irlanda a los Estados Unidos- con el drama de los refugiados, puede que cause más impacto, pero amengua la credibilidad.
No obstante, a pesar de los pequeños rasgos ligeramente demagógicos y del excesivo metraje, la película constituye un buen documento para dar a conocer la triste realidad y, lo que es más importante, para sensibilizar sobre la necesidad de acoger a esos seres humanos desvalidos y necesitados.