SI NO TENGO AMOR NO SOY NADA
Roma, año 67. El apóstol Pablo está en la cárcel Mamertina a la espera de su ejecución por orden directa del Emperador. Mauritius, el oficial romano jefe de la cárcel, no alcanza a comprender qué peligro puede suponer el anciano y debilitado Pablo, pero su deber es acatar las órdenes, no juzgarlas. Son tiempos terribles para los cristianos. Nerón los ha acusado del incendio de Roma y les está infligiendo los más crueles castigos.
Aquila y su esposa Priscilla acogen clandestinamente en su casa a todos los cristianos que consiguen sortear la persecución de los soldados, y también se arriesgan a salir para buscar por las calles a seres desvalidos, no forzosamente cristianos, que necesitan protección. Su labor resulta cada vez más difícil y arriesgada, tanto por el peligro de ser descubiertos, cuanto porque ya no tienen posibilidad de alimentar tantas bocas.
Llega a Roma Lucas, «el médico querido» del que habla Pablo en su carta a los Colosenses, que había sido discípulo de Pablo y compañero en algunos de sus viajes por Asia Menor. Consigue introducirse en la cárcel Mamertina para atender a su amigo y plantearle las preguntas de la comunidad cristiana, que necesita su consejo y la luz de su sabiduría para enfrentarse a las difíciles decisiones que se ven obligados a tomar en su difícil situación. Lucas va tomando nota de los recuerdos y las enseñanzas de Pablo para que nada se pierda. Se trata de los apuntes que darán lugar al libro de los «Hechos de los apóstoles».
La base, o casi mejor habría que decir la inspiración del guión, es sin duda histórica, pero la trama es fruto de la imaginación de Andrew Hyatt, director y guionista. No pretende narrar la biografía de Pablo, sino ofrecer un perfil de ese hombre fiel y decidido, que no llegó a conocer a Jesús en vida, pero tuvo una experiencia de Cristo tan fuerte, que le cambió la vida. Y Saulo de Tarso, el que había sido implacable perseguidor de los cristianos se convirtió en el mayor divulgador del mensaje de Jesús, que llevó hasta los confines del mundo conocido en aquella época. En la película, aparece en sus últimos días, en los umbrales de la muerte, traspasado de dolor por sus pecados pasados, pero con la paz y la confianza de saberse redimido por Cristo y de «haber corrido bien su carrera».
En el film, se hace alusión a textos de Pablo, evidentemente fuera de contexto, pero es una licencia perfectamente oportuna, porque ayudan a mostrar a la persona del apóstol, su forma de ser y de pensar, y, además, dan verosimilitud al relato. La película consigue acercarnos la gran figura del «apóstol de los gentiles», perfectamente encarnado por James Faulkner, que hace un magnífico trabajo. También Jim Caviezel (al que recordamos en el papel de Jesucristo en La Pasión de Mel Gibson) está espléndido como el evangelista Lucas. El resto del reparto está todo muy bien, aunque todavía habría que destacar a Joanne Whalley como Priscilla y a John Lynch como su marido Aquila. Andrew Hyatt presenta una buena película, que aun no siendo exactamente histórica, es muy interesante para conocer los primeros años del cristianismo, cómo, a pesar de las persecuciones, eran fieles al mandato de Jesús de amar incluso a los enemigos y de compartir lo poco que tuvieran con los que no tenían nada. Trata, además, algunos temas interesantes, como las disensiones dentro de la comunidad cristiana, entre los que querían revolverse contra los romanos y los que lo consideraban contrario a las palabras del Señor.
Hay algunos puntos más flojos o, por lo menos discutibles, como el desenlace de la enfermedad de la hija de Mauritius o las ralentizaciones que quieren representar el interior de Pablo. Pero quedan de sobra compensados por momentos conmovedores. Impresionante el discurso del amor (tomado de la Carta a los Corintios). Muy interesante para el público en general, creyentes y no creyentes. Para no perdérsela.