EMBAJADORA DEL ARTE Y LA VOZ DE UN PUEBLO
La película narra la verdadera historia de Mary Thompson Fisher (1899-1999), hija de madre alemana y de padre indio americano, de la Nación Chickasaw, en tierras de Oklahoma. Era sobrina del Gobernador de dicha Nación Chickasaw y conoció de primera mano las injusticias y las tropelías que se cometieron con los indios desde los ámbitos de la política. En su propia persona tuvo que sufrir también la violencia y la humillación de las actitudes racistas. Pero su fuerza interior -eso que decía su madre, «Un Thomson nunca se rinde»- la llevó a enfrentarse con ejemplar coraje a todas las dificultades que le surgieron en el camino.
Fue la primera mujer india que consiguió ser admitida en la Universidad para mujeres de Oklahoma. Allí conoció a una profesora de artes escénicas que sería decisiva en su vida. Ella la animó y la apoyó para desarrollar su talento innato de actriz. Adoptó el nombre artístico de «Te Ata», «Luz del Alba» y se convirtió en la embajadora de la cultura de su pueblo y de todos los indios americanos, dando vida en el escenario a sus hermosas tradiciones. Llegó a ser muy conocida y a desenvolverse con soltura en los más variados círculos sociales. En una de esas reuniones, tuvo ocasión de conocer a Eleanor Roosevelt, la esposa del futuro Presidente de los EE.UU., y en esa época también trabó una especial relación con el erudito profesor Clyde Fisher. Ambos encuentros serían decisivos en la vida de Te Ata.
Q'orianka Kilcher -la Pocahontas de El nuevo mundo, de Terrence Malick (2005)- está soberbia encarnando a un personaje nada fácil y que, además, se mueve en un espacio de tiempo de 15 años, desde que era una adolescente hasta su madurez como artista representante de la cultura de los indios americanos. Hay que destacar el guion de Jeannie Barbour y Esther Luttrell, ágil bien elaborado, y el buen trabajo de dirección de Nathan Frankowski.
Es una película muy grata de ver, con un tratamiento muy cálido de las relaciones de familia, y que nos acerca a un personaje extraordinario, que para muchos era un desconocido, y nos lo hace íntimo y familiar. Es un poema de amor a la cultura de un pueblo y, aunque exalta los valores del esfuerzo y la tenacidad para hacer resonar la voz de los sin voz, no es una película reivindicativa contra nadie. No pretende destruir, sino construir. Toda la vida de Te Ata se mueve en los niveles de la creatividad, el encuentro y los grandes valores que esmaltan la vida cotidiana.