Cine y Valores

La muerte de Stalin

Título original: 
The Death of Stalin
Puntuación: 
8

Average: 8 (1 vote)

Publico recomendado: 
Año: 
2017
Dirección: 
Fotografía: 
Distribuidora: 
Duración: 
106
Crítica: 

Unión Soviética, 1953. Siguiendo las órdenes de Stalin, sistemáticamente se elaboran listas de ciudadanos que deben ser depurados, lo cual significa la detención, tortura y ejecución, o, en el mejor de los casos, deportaciones o cárcel en condiciones infrahumanas. Las intrigas, delaciones y traiciones son constantes en las esferas del poder. Nadie se fía de nadie, porque cualquiera corre el riesgo de haber sido denunciado en secreto y ha podido caer en desgracia a los ojos del dictador. Pero el 2 de marzo de ese año, un hecho inesperado pone momentáneamente freno a todo ese aparato criminalº: Josef Stalin, primer Secretario General del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética y a la sazón jefe de gobierno, uno de los hombres más sanguinarios que haya conocido la historia -si no el que más- acaba de morir a causa de un derrame cerebral. Cunde el pánico entre los miembros del politburó, porque el futuro más inmediato es una incógnita. Con la muerte del «adorado» Stalin, puede resquebrajarse el equilibrio y la pétrea solidez del gobierno comunista, pero, al mismo tiempo, la desaparición del dictador es una magnífica ocasión para medrar. Obviamente cada uno es consciente que sus camaradas tienen las mismas aspiraciones y, como él mismo, estarán dispuestos a eliminar sin ningún escrúpulo a quien se interponga en su camino o suponga el más mínimo obstáculo.

Se echaba de menos una película sobre la terrible realidad que supuso el régimen estalinista después de la Segunda Guerra mundial. La URSS había formado parte del bando vencedor y un tupido velo de silencio cubrió todas sus atrocidades. El escocés Armando Iannucci se inspira en un cómic de Fabien Nury y Thierry Robin y nos ofrece una comedia divertida a ratos pero interesante siempre. Se trata de una mirada esperpéntica sobre la dramática realidad del comunismo y la cruel tiranía que ejerció en esos años, las desgracias que provocó y los ríos de sangre que hizo correr. No es una visión amable ni condescendiente, pero lo expone sin amargura, sin detenerse en el dolor de las víctimas, porque es una sátira. Por eso las situaciones más duras no estremecen, pues son caricaturas, aunque tampoco provocan la carcajada, porque sabemos que esos horrores sucedieron.

Describe bien la realidad histórica de ese momento, la lucha solapada entre Khrushev y Beria -, y toda la basura y la ignominia que el mundo occidental conocía pero prefería mirar hacia otro lado. En este sentido, la película salta a la cara del comunismo y su aparato destructor tanto como a la de los países democráticos que callaron durante muchos años.

Iannucci realiza un trabajo excelente y sabe mantener siempre la mesura en presentación esperpéntica de los personajes -Khrushev, Malenkov, Molotov, Mikoyan, Beria, Zhukov, Svetlana, etc.-. Consigue hacer creíble una película cómica, dejar traslucir lo que de verdad estaba ocurriendo por muy terrible, y ridículo a la vez, que pueda parecer, sin dejar por ello de ser divertida. El casting de los personajes más importantes es impecable. Muy recomendable para pasar un buen rato y, sobre todo, para conocer y no olvidar algo que ocurrió hace sólo seis décadas. La historia es maestra de vida y si la olvidamos, nos condenamos a repetirla.