Nick, un sesentón adinerado con ínfulas de conquistador, acaba de dejar a su segunda esposa por una chica mucho más joven. Jade, la mujer abandonada, Había sido una importante modelo, que, a sus 40 años, se ha convertido en diseñadora de moda y ha creado una empresa con su firma (y con el dinero de Nick). Más que enamorada, está obsesionada con su marido y la ruptura, que no acepta, la ha desequilibrado anímicamente. Para colmo de sus males, recibe una sorpresa mayúscula cuando se entera de que el domicilio conyugal en el que ella sigue vivieno, un apartamento con ático en Nueva York, pertenece a partes iguales a las dos exesposas de Nick, María, la primera, y la misma Jade.
La convivencia entre las dos «ex» es turbulenta, pero no tienen más remedio que adaptarse y ocuparlo ambas, pues irremediablemente el piso es de las dos. No resulta nada fácil porque es evidente que tienen caracteres y gustos opuestos No tienen más remedio que adaptarse, pues el piso les pertenece a las dos, aunque cada una quiere imponer su modo de vida en detrimento de la otra. La cosa se complica todavía más cuando aterriza en la casa Antonia, hija de María y de Nick, con el pequeño Alejandro. Las tres personalidades femeninas entran forzosamente en conflicto: el estilo en detrimento de la comodidad y hasta de la salud; la inquietudes intelectuales frente a la ambición en los negocios; la opción por la maternidad -en familia o como madre soltera- ante la interés exclusivo por la vida en pareja.
En el centro de todos los roces y confrontaciones entre las mujeres está siempre Nick, con plena presencia en la historia a pesar de que apenas si aparece en pantalla. Es él quien en realidad mueve los hilos de la acción. No por su iniciativa, sino por el amor, odio, celos o rencor -que no llega a saberse muy bien- que impulsan las decisiones de Jane, María y Antonia.
Algunos temas de fondo resultan interesantes, como la idolatría por la juventud y la consiguiente obsesión malsana por conservar la apariencia juvenil cuando ya se va entrando en la madurez, a costa de muchas veces de dietas que la salud para poder mantener una figura estilizada. Margarethe von Trotta lo pone en clave de comedia, pero con una cierta dosis de amargo realismo: en ese plano superficial de la persona, cuando lo primordial es la apariencia y no un amor de calidad, lo lógico es que al llegar cierta edad, el varón adinerado, que puede comprarse los caprichos, cambie a su «muñeca» por otra más joven. Parece que María ya está de vuelta e eso, pero a Jade le toca asumir esa hiriente realidad.
Lo mejor de la película son sin duda las interpretaciones de las dos protagonistas, Ingrid Bolsø Berdal y Katja Riemann. Pero el guion da poco de sí. Una comedia bastante insulsa, con un contenido feminista bastante cansino, que parece querer buscar respuesta a qué es mejor y más liberador para la mujer, vivir sola o en pareja, formar una familia normal -padre, madre e hijos- o monoparental. El problema es que las preguntas están planteadas, porque los personajes se mueven en el mero nivel de lo gratificante, cada uno curvado sobre sí mismo. Son todos unos egocéntricos superficiales y desde ese punto de partida nada puede dar auténtico sentido a la vida. El feminismo absurdo que no atiende a la dignidad personal de la mujer, sino exclusivamente a sus derechos frente al varón, ni tan siquiera puede vislumbrar en qué nivel de realidad deben darse las relaciones humanas.