En la segunda mitad del siglo XX, el conflicto armado de Irlanda del Norte enfrentó a los unionistas, de religión protestante, partidarios de mantener los vínculos con el Reino Unido, y a los republicanos irlandeses, católicos en su mayoría, que propugnaban la independencia o bien la integración de la provincia en la República de Irlanda, país de religión católica. Miles de muertos fueron la peor consecuencia de esa época de violencia. Por fin, en 2006, tras el desarme del IRA, se celebró una conferencia de paz en en St. Andrew, Escocia, para intentar terminar con tantos años de furia y sangre. Finalmente, se firmó un acuerdo que suponía un compromiso de paz entre los partidos políticos de la región y sentó las bases de un nuevo gobierno, en el cual católicos y protestantes compartirían el poder, con Ian Pasley, líder del Partido Unionista Democrático del Ulster, como «First Minister» y como «número dos» el excomandante del Sinn Fein, Martin McGuinness.
Sobre esa base histórica, el guión de Colin Bateman recrea una conversación entre el reverendo Ian Pasley y Martin McGuinness, dos irreconciliables enemigos de la política, separados por un abismo ideológico al parecer infranqueable, que se ven obligados a realizar un viaje juntos. Un temporal impide el despegue de aviones, pero Pasley necesita ineludiblemente llegar a Belfast por una cuestión familiar. Debe, pues, abandonar las negociaciones para desplazarse en coche a un aeropuerto cercano y llegar a tiempo para poder tomar el único vuelo. Martin McGinness accede a condición de que también él vaya con el Reverendo Pasley hasta su destino. Esto va a suponer un viaje incómodo, ambos acérrimos enemigos juntos en el reducido espacio de un coche. Pero durante ese viaje, las relaciones personales entre ambos cambian radicalmente, con lo que va a cambiar también el curso de la historia.
Nick Hamm elabora una película sencilla, a modo de road movie, cuya acción transcurre casi exclusivamente dentro del coche, pero los diálogos están tan bien trabados que atrapan totalmente al espectador, quien acaba por no saber qué es lo que sucedió en realidad y qué es producto de la imaginación de Colin Bateman y de Nick Hamm. A ello contribuyen también dos magníficos actores, Timothy Spall y Colm Meaney, como Ian Pasley y Martin McGuinness respectivamente, que transmiten a la perfección la personalidad roqueña del llamado «Mr. Never, never, never» y de su contrincante político. El film está muy bien construido y retiene la atención y el interés de principio a fin. Constituye, además, una lección de la historia reciente de Europa, y da que pensar sobre cómo se puede llegar a la solución de los conflictos a través del diálogo en que ambas partes estén dispuestas a entenderse con honradez y buena voluntad.