Cine y Valores

El tercer asesinato

Título original: 
Sando-me no satsujin
Género: 
Puntuación: 
8

Average: 8 (1 vote)

Publico recomendado: 
País: 
Año: 
2017
Dirección: 
Fotografía: 
Distribuidora: 
Duración: 
124
Valores: 
Contenido formativo: 
Crítica: 

Shigemori, un abogado de prestigio, defiende a Misumi, acusado de robo con homicidio, que se confiesa culpable de haber matado al jefe de la fábrica donde trabajaba y de haber quemado su cadáver. Treinta años atrás Misumi ya cumplió condena por un doble asesinato. El propio padre del abogado fue el juez que lo condenó, aunque hizo cuanto pudo para que no se le aplicara la pena capital. Ahora lo lamenta, porque piensa que se hubiera evitado este nuevo homicidio. Actualmente hay pocas esperanzas de que Shigemori consiga eludir la condena a muerte, porque, al haberse declarado él mismo culpable, no hay apenas margen para la negociación. Sin embargo, a medida que el abogado va avanzando en la indagación y escucha los testimonios del acusado y de la familia de la víctima, los detalles se hacen cada vez más oscuros y las piezas de la versión oficial parecen no encajar. ¿Realmente, por qué motivo Misumi mató a su víctima? ¿Es él el verdadero y único asesino? ¿Tuvo algún cómplice o instigador? ¿Podría, tal vez, estar encubriendo a alguien? ¿Sucedió todo tal como se dijo al principio? ¿Quién está mintiendo? ¿Todos tal vez?

Hirozazu Koreeda nos tiene habituados a un cine de gran calidad, con personajes de sólida entidad, que tejen historias humanas muy interesantes y bien trabadas sobre temas familiares cotidianos. Recordemos, por ejemplo, la deliciosa Nuestra hermana pequeña (2015), De tal padre tal hijo (2013), o la más reciente Después de la tormenta (2016). En el caso actual nos ofrece un thriller judicial muy logrado. Mantiene la intriga de principio a fin, con un ritmo ágil y constante, sin que decaiga el suspense en ningún momento. Pero, fiel a sí mismo, el director nipón dota también a los personajes de una gran hondura humana, lo cual le permite, además, plantear cuestiones de hondo calado.

Aunque sea un poco de refilón, Koreeda trata relaciones familiares perversas -matrimonios rotos, insuficiente presencia del progenitor, malos tratos, abuso a los niños…-, pero por encima de esos dramas concretos, no puede dejar de aflorar el amor mutuo incondicional de un padre y una hija, no biológicos pero con unos lazos afectivos tan intensos como si fueran de sangre.

Sin embargo el gran tema de la película es la verdad. No se duda de su existencia sino de la voluntad del hombre por alcanzarla realmente. La red de relaciones sociales parece estar sustentada por pequeñas o grandes mentiras. De este modo se mantiene el orden establecido. Lo cual nos lleva a plantearnos una pregunta dramática: ¿Es correcto mentir para conseguir un objetivo «éticamente correcto»? Al equipo de abogados no les interesan las certezas de lo que aconteció entre el asesino y su víctima, sino resquicios de la realidad que les permitan manipular los hechos -o, incluso, tergiversarlos- para presentarlos de modo que influyan sobre la opinión de quienes deben decidir sobre la culpabilidad del reo y dictar sentencia. Evidentemente, la reflexión sobre la utilización de mentiras y de verdades a medias para alcanzar objetivos no se ciñe exclusivamente a la trama argumental de la película, sino que es una cuestión humana constante, un dilema ético en ocasiones muy difícil de valorar. A Shigemori le reprochan que sus buenos oficios como abogado pueden impedir que un delincuente se enfrente a su propia realidad. No le recriminan que eviten el castigo, sino que no permiten que el delincuente se enfrente a la verdad.

Ciertamente no atenerse a la verdad desajusta al hombre y perjudica las relaciones humanas, es decir, la falsedad es radicalmente injusta, en un juicio y en la vida humana en general. Lo cual lleva a otra pregunta tal vez todavía más difícil de responder: ¿Es lícito mentir para favorecer a un desvalido o para evitar un mal mayor, sobre todo si no perjudica a nadie más que a sí mismo, al que falta a la verdad? En tal caso, ¿sería un caso generoso de autoinmolación o bien una simple trampa, un engaño a la sociedad y, por tanto, un acto reprobable?

El relato avanza sugiriendo esos dilemas en el plano del argumento y en lo profundo del hombre como ser-en-el-mundo. Para ello utiliza recursos durísimos, pero de una gran belleza, como el muro de cristal que separa irremisiblemente a los hombres, las manos que se buscan, las caras que se superponen cuando por fin los personajes se están mirando en su profunda verdad, la sangre manchando las mejillas del asesino o de la niña…

La película es extraordinaria y los más de 120 m. pasan sin sentir. Una vez más Hirozazu Koreeda nos ha ofrecido una obra magnífica, esmaltada de valores, que propone grandes temas éticos para la reflexión.