[Crítica cedida por Pantala90]. Marina Vidal es una chica de unos 30 años o algo menos, que lleva una vida completamente convencional, trabaja como camarera en un restaurante, canta en una sala de fiestas y aspira a convertirse en cantante lírica. Está ligada sentimentalmente a Orlando Onetti, dueño de una industria textil, con el que vive una relación sólida a pesar de la diferencia de edad y de clases sociales. Acaba de mudarse al apartamento de Orlando y todo apunta a que sus vínculos de amor y ternura son totalmente sinceros. Para Orlando, Marina es una mujer como cualquier otra y sueña con hacerla feliz. No se cuestiona si a quien ama es hombre, mujer o transexual, y esa actitud honesta de normalidad crea un muro de protección que impide que nadie pueda herir a Marina. Orlando no plantea una defensa intelectual o ideológica de la realidad personal de Marina ni de la relación de ambos. El amor mutuo, sincero y generoso, es prueba suficiente de la normalidad de su vida.
Pero una noche Orlando se siente mal. Marina lo lleva inmediatamente al hospital, donde muere unas horas después. El refugio protector de Marina desaparece con él, y en adelante tendrá que defenderse sola de los depredadores que se lanzan sobre ella. La película, que había empezado como una amable historia de pareja enamorada, se convierte ahora en un drama con una fuerte dosis de intriga. ¿Se llama Marina o Daniel? ¿Es él o ella? La policía llega a considerarla sospechosa de asesinato; la inspectora de costumbres y protección social la somete a una revisión médica humillante; los médicos están desconcertados y hablan con disimulo. Pero lo más grave es el trato agresivo que recibe por parte de la familia de Orlando. La tratan despectivamente, cuando no agresivamente, como a una prostituta a la que hay que echar rápidamente del piso donde vivía con él y, sobre todo, hay que impedir que se acerque al funeral ni al tanatorio. Todos esos sucesos nos llevan al núcleo mismo del tema de la película: la situación de una persona que reclama su derecho a ser tratada y respetada como ser humano y no como un monstruo aberrante de vicio y degeneración.
La factura de la película es correcta y la simbología muy acertada. Todo el vendaval de la incomprensión y el rechazo consiguen dejar los pies de Marina fijos en el suelo, sin capacidad de avanzar, pero ella no rebla y su cuerpo y cabeza siguen hacia adelante plantando cara a la violencia. La escena final, en la que ha conseguido sobrevolar la mediocridad y elevarse al nivel de la belleza, es bellísima. Son también conmovedores los momentos oníricos, que brotan del dolor y la añoranza.
El elenco hace un buen trabajo, pero hay que destacar la interpretación estelar de Daniela Vega, ella misma transexual en la vida real. Da vida a un personaje contenido y delicado, que rezuma dignidad y consigue que el espectador tome partido por él frente a todos los demás. Sebastián Lelio hace de Marina una causa, el símbolo de la injusticia y la crueldad que provoca la ignorancia, el temor y el rechazo ante lo desconocido. La historia de ese ser humano sufriente sería el espejo en el que todos deberíamos mirarnos y juzgarnos.
Sin duda es una cuestión que da que pensar, porque un hombre, en cualquier circunstancia, es siempre un ser humano con dignidad inalienable. Lo cual no significa aceptar como «normal» cualquier juego frívolo con la naturaleza. Marina Vidal, fuerte frente a los ataques, inspira todas las simpatías del espectador, sin embargo el planteamiento de la película es maniqueísta: el transexual es el «bueno», la sociedad en general es el «malo». La familia de Orlando Onetti resulta de gran crueldad -estremecedora le escena en el coche, los tres varones contra Marina-, pero no es justo aplicar esa falta de la más mínima consideración con la persona a la familia en general. Después de unas frases muy duras en el funeral aparece el nombre de la parroquia en la que se está celebrando, Sagrada Familia. Es una propaganda más manipuladora que abierta sobre la idea de que cualquier tipo de unión constituye familia, y que, ¡oh, casualidad!, la menos buena es la de hombre, mujer e hijos. La ideología que la película pretende imponer es muy discutible y su forma de elevar lo concreto al plano de lo general es claramente manipuladora.