Leo es un pequeño estafador que se dedica a filmar los encuentros sexuales de su socia, una prostituta despampanante, para extorsionar después a los clientes adinerados. Por una mala casualidad, un día es testigo del asesinato de un científico al que unos gánsters quieren arrebatar la fórmula de un descubrimiento, pero es el pobre Leo quien acaba con el documento en las manos y perseguido a muerte. A partir de ese momento debe adoptar una identidad falsa para huir de los sanguinarios secuaces del malvado Duges, que andan pisándole los talones.
Federico Cueva nos ofrece una disparatada comedia de gánsters, con unos personajes estrafalarios, que no constituye propiamente un thriller, sino un film extravagante de enredos, acción y humor. En un momento, el terrible asesino a sueldo rumano le dice a Leo que la vida es breve y es absurdo desaprovecharla. ¿Será esto lo que ha inspirado el título «Sólo se vive una vez»? En todo caso, el título no resulta representativo de la historia. Sin duda es un guiño a otro título, «Sólo se muere una vez (El ejecutor)» de Emilio Miraglia (1967).
Los personajes están intencionadamente caricaturizados, muy bien encarnados por un elenco espléndido: Gérard Depardieu, como Dago, capo mafioso frío como un témpano, Peter Lanzani, magnífico dando vida al alocado Leo; los españoles Santiago Segura, Hugo Silva, Carlos Areces y Arancha Martí, como Tobías López, Hugo Silva, el científico Peña y la hermosa Sara, respectivamente; Pablo Rago como el joven judío enamorado; Luis Brandoni, en un creíble Rabino Mendi; Eugenia Suárez, en su breve papel de prostituta…
El guion -¡Para el cual han sido necesarios nada menos que cinco guionistas!- es flojo. Desaprovecha las posibilidades que encierran los personajes y la curiosa circunstancia de relación confusa entre cristianos y judíos frente a las agresiones de los mafiosos. Hay una trama que se desarrolla de forma lineal -la persecución de Leo para matarlo y recuperar el valioso documento-, pero sin embargo el conjunto da más bien la impresión de una serie de secuencias superpuestas, ninguna de las cuales se quiere desaprovechar aunque sea de forma casi forzada. Aparece un cura y un rabino, que dan lugar a algunas bromas de tipo religioso; hay acción en un templo católico y en una sinagoga; una prostituta en ejercicio de su profesión; asesinatos; mafiosos planeando delitos; el capo como dueño de la vida de sus sicarios; neonazis dispuestos a exterminar judíos; tiros y más tiros; esperpénticas peleas; efectos especiales brillantes en persecuciones con armas sofisticadas, y en el estruendo de coches que saltan por los aires envueltos en llamaradas y humo; bandadas de palomas por ordenador, inocuas caídas desde pisos altos… Lo cierto es que ninguna de esas escenas produce ni la más mínima tensión, se limitan a provocar una tímida sonrisa.
La película avanza a buen ritmo y, aunque abusa de las explosiones y de las persecuciones, que se repiten hasta la saciedad, es una comedia agradable. Sin ser un producto de calidad, consigue mantener la sonrisa del espectador a lo largo de los 90 minutos de metraje. Para pasar el rato.