Siglo XVI. Íñigo de Loyola (1491-1556) fue el menor de los trece hijos de Beltrán Yáñez de Oñaz y Loyola, octavo señor de la casa de Loyola de Azpeitia. Desde pequeño se preparó para ser un gran militar. Soñaba con ser un gran caballero, como los personajes legendarios de los Libros de Caballería, pero, en su caso, en el ámbito de la Corona de Castilla.
A sus 30 años, en la batalla de Pamplona forma parte de las escasas tropas castellanas que no han abandonado la defensa de la ciudad y resisten frente al ejército francés. En el bombardeo realizado durante seis horas para rendir la plaza, Íñigo es herido de gravedad en las piernas y, aunque logra sobrevivir, le quedará toda su vida una notable cojera, por lo que ve truncada su carrera militar.
Durante la convalecencia, pide a su hermana que le facilite lecturas sobre héroes y caballeros, con las que entretenerse. Pero en el castillo de Loyola sólo tenían dos libros, un Vita Christi y un libro de la vida de los santos en romance. Su lectura ejercerá una enorme influencia sobre el ánimo del herido, que empieza a plantearse la posibilidad de protagonizar él mismo grandes hazañas como esos «héroes espirituales». En cuanto recobra las fuerzas suficientes para viajar, se retira inicialmente a hacer penitencia y oración en Montserrat y Manresa, donde comienza también a elaborar el método ascético de los Ejercicios espirituales. Después de una peregrinación a los Santos Lugares, empieza una etapa de formación y predicación. Pero las palabras de sus sermones lo hacen sospechoso de heterodoxia (asimilado a los «alumbrados» o a los seguidores de Erasmo) y los inquisidores abrien un proceso contra él.
Curioso biopic del que acabaría siendo el fundador de la Compañía de Jesús, que se centra en la juventud de Íñigo de Loyola, su etapa de soldado y los inicios de su transformación espiritual, la tremenda lucha interior que le supuso, jalonada de búsqueda, dudas e incertidumbres. El guion está basado en los escritos autobiográficos del mismo Ignacio de Loyola, y se ha contado, además, con el asesoramiento de numerosos jesuitas.
La historia avanza a un ritmo regular, con un diseño de producción bien cuidado, una buena fotografía y un trabajo correcto por parte de los actores, comenzando por el español Andreas Muñoz en el papel protagonista. El bajo presupuesto se deja notar en escenas como el asalto al castillo. Sin embargo no lo resuelven mal. Aunque en ocasiones, como en la escena de la tentación, que recuerda la tentación en Getsemaní de La pasión de Mel Gibson, los efectos especiales son excesivos. La escena está bien planteada, es acertada la imagen del desdoblamiento del personaje, pero los efectos exagerados le restan credibilidad. Si hubieran sido más comedidos, probablemente habrían obtenido mejores resultados.
En conjunto es una buena película, que nos acerca a un personaje impresionante, y que nos deja con las ganas de seguir viendo en pantalla los capítulos siguientes de la vida de Ignacio de Loyola.