Li Xuelian y su marido Qin Yuhe montan un falso divorcio para poder optar a que el Estado les conceda una vivienda más grande y, una vez que la consigan, casarse de nuevo. Seis meses después, Qin se casa con otra mujer, acusa a Li de libertina y la deja sola y con la mala fama de ser una Pan Jinlian. La protagonista emprende entonces una lucha con el único objetivo de que los tribunales reconozcan que fueron engañados, el divorcio es, por tanto, falso, y decreten que ella y su marido siguen estando casados. Su intención no es volver con su esposo, sino poder ahora divorciarse de verdad.
La película es una sátira mordaz que ridiculiza la burocracia china a la que Li mantiene en jaque durante diez años. La verdad es que, en realidad, no resulta cómica, tan sólo en muy pocos momentos de fina ironía provoca alguna tímida sonrisa, pero no se le puede negar que es inteligente.
La acción avanza por un laberinto desatinado, con autoridades y funcionarios del enmarañado sistema chino que no logran hacerse con la situación porque ni se entienden entre ellos, ni saben interpretar las órdenes, ni resolver las encrucijadas en las que se ven por las artimañas de Li. Ésta, una antiheroína infatigable y tenaz, consigue exasperar a jerarcas y funcionarios, porque pone de relieve su incompetencia para abordar un problema de lo más simple, protagonizado por una pobre mujer.
Xiaogang Feng parte de una original y arriesgada composición visual, tres formatos para situaciones y lugares distintos: ojo de buey para escenas en entorno rural, cuadrado cuando Li está en Beijing, pantalla completa en el breve tramo del desenlace. Al principio el recurso le da al film el halo de un cuento mágico, como si los distintos encuadres tuvieran algún significado en la narración. Pero si bien el formato redondo podría llevarnos a focalizar la estrechez de miras y la testarudez de Li y de los funcionarios con los que se relaciona, el paso al cuadrado ya no resulta tan evidente y el cambio de formato acaba resultando arbitrario y llega a cansar. Se queda, eso sí, en una muy bella fotografía que sorprende y deleita, pero que no aporta nada al contenido de la historia.
Fan BingBing se muestra como una gran actriz dando vida a un personaje complicado, que se mueve en la cuerda floja entre la lucha heroica y el empecinamiento absurdo, la sensibilidad y el sinsentido. El resto del reparto son todos secundarios que cumplen bien en sus respectivos papeles.
El excesivo metraje, unido a la lentitud en la acción, acaba haciendo la película algo aburrida, por lo menos para el espectador occidental. Pero, si bien mientras se utiliza la ironía para enfocar los acontecimientos, se mantiene el interés, cuando, al final, se fuerza la conclusión con un elemento nuevo que pretende dar luz sobre todo lo anterior, da la sensación que no se sabía bien cómo terminar la historia y se intenta justificar su desarrollo absurdo. También la escena en el hotel resulta extemporánea e inexplicable en una mujer como Li, luchadora por sus derechos. Es sólo una escena, pero perjudica todo el conjunto.
Tampoco se explica el título que se le ha dado en español. El film hace referencia a un personaje de una historia tradicional china del siglo XVII, Pan Jinlian, que asesinó a su marido y luego se convirtió en patrona de prostíbulos y prostitutas. Qin Yuhe, para denigrar a Li, dice de ella que es una Pan Jinlian, porque ese nombre se utiliza en China para designar a una mujer disoluta y capaz hasta de matar a su esposo. El personaje de Gustave Flaubert es muy distinto, porque Emma Bovary fue una soñadora infiel a su marido, pero ni fue una asesina ni una prostituta. Una parte muy importante de la trama se centra en que Li quiere limpiar su nombre, porque ella no es una “Pan Jinlian”, por lo que el cambio de personaje desvirtúa el fondo de la historia.
Es importante decir que Yo no soy Madame Bovary ha obtenido la Concha de Oro a la mejor película en el reciente Festival de San Sebastián y la Concha de Plata a la mejor actriz para Fan Bingbing. Por inexplicable que parezca, ésta es la realidad.