El film está basado en la propia experiencia de la misma Khadija Al-Salami, que fue obligada a casarse siendo sólo una niña, y en la historia real de su compatriota Nojood Ali, quien, saltó a los titulares en 2009, cuando con apenas 10 años, obtuvo el divorcio y rompió con la tradición tribal de su país.
Nojoom, la protagonista de Ana Nojoom bent alasherah wamotalagah, se presenta ante el juez y le dice con firmeza «Quiero divorciarme», y le cuenta su historia. Meses atrás, acuciado por la necesidad, su padre la dio en matrimonio a un hombre veinte años mayor. A pesar de su llanto y su resistencia, fue sistemáticamente violada por su marido, quien, además, le propinaba frecuentes palizas para hacerla “entrar en razón”. Demostrando un valor casi inexplicable, la pequeña consigue escaparse y presentarse en el juzgado para pedir el divorcio.
El juicio va a poner frente a frente el Yemen urbano, encarnado por el juez, un hombre culto con criterio sobre los valores y los derechos humanos, y el Yemen profundo, representado por los miembros de distintas tribus, aferrados ciegamente a sus costumbres. Sin embargo no hay maniqueísmo en la confrontación, no es una historia de víctimas y verdugos, sino el grito de denuncia de una atroz situación inhumana, de unas leyes ancestrales tribales que nadie cuestiona y que permiten los matrimonios de niñas impúberes. Es desgarradora la escena en que el marido le arranca a Nojoon la muñeca a la que la niña duerme abrazada, antes de violarla.
Actualmente, en Yemen no existe todavía una ley que marque la edad mínima legal para el matrimonio. Khadija Al-Salami muestra esa realidad y sus terribles consecuencias, pero procura hacerlo con objetividad y mesura, no presentando a los varones como monstruos depravados, sino como auténticos ignorantes que siguen maquinalmente las costumbres y leyes de su tribu. Por otra parte, pone también de relieve el drama de la terrible pobreza que empuja a algunas familias a vender a sus propias hijas para poder subsistir. Cuando Nojoom descubre esa realidad, haber sido tratada como un objeto de canje por sus propios padres, su sufrimiento es tan profundo como por el hecho de haber sido obligada a vivir y a yacer con un hombre al que la han vendido. Evidentemente Al-Salami no justifica en ningún momento esta realidad, condena rotundamente el matrimonio de niñas y lo hace de forma especialmente sensible al narrar la historia desde el punto de vista de la pequeña Nojoom, es decir, desde el sufrimiento más agudo.
Por momentos se percibe que es su opera prima, pero la película está muy bien realizada y los personajes son creíbles. Es especialmente bueno el trabajo de la pequeña protagonista Reham Mohammed. Es una obra esencialmente didáctica, pues la denuncia pretende concienciar al mundo de esa práctica todavía hoy vigente en Yemen y en otros países. Ante esa verdad, nadie tiene derecho a permanecer callado ni cruzado de manos. Al final, en las últimas escenas, ofrece la única solución al problema, que es la educación, salir del analfabetismo y abrirse a la cultura y la formación. Tal vez, en ese sentido, se le acusará de excesivamente simplista, pero conviene no olvidar que ella misma sufrió la experiencia lacerante de que le robaran violentamente la infancia, entregándola a un hombre a cambio de una “dote”. Ojalá que su grito tenga eco y todos nos comprometamos en la defensa de los derechos humanos y en la protección de la infancia en cualquier rincón del mundo.