1950. Un pequeño pueblo de la España profunda. El mismo día en que se dirige a la capital para cumplir el servicio militar, Juan va a despedirse de la hermosa Mariana, la moza más lozana del lugar, quien promete esperarlo fielmente. Pero, a su regreso de la mili, el joven se encuentra con la dramática sorpresa de que su novia se ha convertido en su tía, pues se ha casado con su tío Justino, el cacique indiscutido de la zona. Los dos enamorados no quieren ser desleales a don Justino, pero la pasión les abrasa con un ardor irrefrenable y acaban urdiendo un plan macabro y acudiendo a una bruja para que les ayude en sus propósitos. A pesar de un planteamiento tan siniestro, los sucesos resultan hilarantes.  

 “Bruja más que bruja” es un trágico melodrama rural, pero descrito con un agudo humor negro, lo que da como resultado un esperpento gamberro, divertido y transgresor. Dirigida y coprotagonizada por Fernando Fernán Gómez, abunda en las bromas un tanto desvergonzadas propias de ese genio. Son memorables las extravagantes escenas de sexo encima de sacos de harina que llena el aire de chorros de polvo blanco. La película es un musical, los personajes hablan y cantan alternativamente, pero, dado su carácter surrealista, es, en realidad, una zarzuela bufa. Probablemente no encontremos una obra tan loca en el cine español. Es lo que es –un melodrama, un musical– y su contrario, es a la vez una exaltación del género y una parodia del mismo.

Vuelve a las pantallas cuarenta años después de su estreno, y es de prever que, como entonces, no sea del agrado del gran público. Pero para quienes gusten de saborear exquisitos productos exóticos, incluida la brujería, con una inigualable Mary Santpere, será un auténtico regalo, aunque no exento de nostalgia por la mayor parte de esos magníficos actores que ya no están entre nosotros.