Cine y Valores

Un invierno en la playa

Título original: 
Stuck in Love
Género: 
Puntuación: 
6

Average: 6 (1 vote)

Publico recomendado: 
País: 
Año: 
2012
Dirección: 
Guión: 
Fotografía: 
Distribuidora: 
Duración: 
96
Contenido formativo: 
Crítica: 

Tres años después de su divorcio, William Borgens –escritor de renombre, ganador dos veces del premio PEN/Faulkner– sigue obsesionado con el regreso al hogar de Erica, su esposa, que le abandonó por otro hombre. Su hija mayor, Samantha, odia a su madre porque la culpa de la separación de sus padres, y a William le reprocha su actitud, a su juicio “ingenua”, de esperar que vuelva su esposa para perdonarla. Sam es una joven muy inteligente –acaba de publicar su primer libro–, pero cínica y promiscua, como reacción al fracaso afectivo de sus padres. Su hermano adolescente, Rusty, todavía en el instituto, también se está iniciando como escritor. Es un muchacho tímido, enamorado de una compañera de clase, que no le hace caso y que, al final, va a resultar enormemente problemática.
La familia Borgens es el paradigma de la progresía “intelectual”, liberada de “tabúes” sobre el sexo, la fidelidad y, la ética en general. Su visión del ser humano y de la vida parece reducirse al interés por el arte, en su caso la escritura, para lo cual hay que acumular experiencias que puedan ser luego plasmadas en sus producciones literarias. No hay un referente ético que ilumine sus actitudes y sus actos. En su mundo, el sexo es la mera satisfacción de una apetencia fisiológica, sin la cual no puede haber equilibrio psicológico. Paradójicamente se admite fácilmente la droga, pero se escandalizan porque un joven consuma alcohol siendo menor de edad.
El desarrollo de la historia va mostrando que esa actitud moderna, abierta, intelectual, razonable, pragmática... no resulta ser en absoluto liberadora. Muy al contrario, no trae más que insatisfacción, soledad interior y vacío existencial. Al reorientar sus vidas hacia valores que creían superados por la “nueva civilización”, como el amor generoso e incondicional, la lealtad, el arrepentimiento, el perdón y la unión familiar, cada uno de los personajes va encontrándose a sí mismo, y ante ellos se abre la posibilidad de auténtica felicidad.
Las escenas y los diálogos procaces se suceden, incluso entre padres e hijos, hasta límites absurdos, aunque superados en su sinsentido por la surrealista llamada del mismo Stephen King a Rusty. Sin embargo los personajes están muy bien trazados y los actores –especialmente Grag Kinnear, Lily Collins y Jennifer Connelly– llevan a cabo un gran trabajo. Hay algo de drama y melodrama en la historia, pero en general prevalece el tono amable de comedia. Es de destacar cómo el director juega con la alianza de casado de Bill. En cada gesto de quitársela, volver a ponérsela, llevarla o dejarla en el quicio de la ventana, se nos muestran, sin palabras, sus estados de ánimo, sus dudas y vacilaciones, pero, sobre todo, su agradecimiento y el deseo de permanecer fiel a una promesa cuyo auténtico alcance no se descubre hasta el final.
En definitiva, la película nos permite pasar un buen rato y extraer una importancia lección de vida, sobre qué actitudes nos llevan irremisiblemente hacia el desencanto de una vida vacía, y sobre el papel de los grandes valores en la construcción personal y la auténtica felicidad.