45 years(Reino Unido, 2015)
Mª Ángeles Almacellas [Pantalla 90]
Sólo falta una semana para que Kate y GeoffMercer celebren el 45 aniversario de su matrimonio y Kate, muy ilusionada, está preparando una fiesta para celebrarlo con sus amigos. Kate y Geoff no han tenido hijos y viven la vida apacible de dos jubilados sin apuros económicos, que se llevan bien entre ellos y se tratan con respeto y cariño. Tienen la vida bien organizada con actividades propias de su edad: ella pasea a su perro Max, hace voluntariado, se ve con sus amigas; él, por su parte, sale a comer con sus antiguos compañeros de trabajo, y ambos van juntos al pueblo, dan paseos por el campo, conversan, bailan… En suma, una existencia tranquila, rutinaria y, en cierto modo, satisfactoria. Un día, Geoff recibe una carta con la sorprendente noticia de que ha sido descubierto el cuerpo de su antigua novia, congelado e intacto en un glaciar de los Alpes suizos donde cayó por accidente durante un paseo con el mismo Geoff.
A partir de ese momento, paulatinamente y casi de forma inexplicable, algo se deteriora entre ellos y ven cómo se va levantando un insalvable muro de incomprensión. Geoff se obsesiona con su pasado, con lo que fue y lo que hubiera podido ser, y, tal vez como consecuencia, Kate inicia un proceso interior desgarrador al plantearse el sentido o la vacuidad de toda su vida. La historia avanza muy lentamente hacia la fiesta de aniversario, metáfora de la mejor unión posible entre esposos: rutina, apariencia y ausencia de auténtica comunión.
45 años es un drama intimista en el que, sin que nadie las formule explícitamente, surgen preguntas muy hondas sobre la unión de los esposos y sobre las pasiones humanas: ¿Es posible el encuentro pleno si existe algo que no se comparte plenamente porque uno se lo ha reservado para sí? Y la pregunta lleva a otro interrogante más grave todavía: ¿Es posible un encuentro pleno o es ineludible que cada uno tenga un espacio reservado donde el otro no puede entrar? O dicho de otro modo, ¿Es posible la plena comunión entre dos seres que se aman y conviven en perfecta armonía? ¿Pueden arder los celos –con su fuerza destructiva– por algo que quedó congelado cincuenta años atrás? Las respuestas, tremendamente pesimistas, se leen con claridad en el gesto y en la profunda mirada de Charlotte Rampling.
Es una película de actores, con dos protagonistas magníficos que consiguen que en ningún momento decaiga el interés por lo que está acaeciendo en la pantalla. Tom Courtenay está soberbio como el hombre introvertido al que le duele aceptar las limitaciones de la ancianidad y al que, inesperadamente, empiezan a inquietar los recuerdos del pasado. Pero la estrella del film es, sin duda, Charlotte Rampling, quien sin necesidad de palabras sabe expresar sus dudas e inseguridades, su fuerza y su debilidad, su egoísmo y su generosidad, y que nos brinda algunas escenas inolvidables, como cuando se aventura en el desván para saber, o esa escena final que conmueve y deja en el espectador un regusto de amargura.