Cine y Valores

Madame Marguerite

Título original: 
Marguerite
Género: 
Puntuación: 
6

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Publico recomendado: 
Año: 
2015
Dirección: 
Fotografía: 
Música: 
Distribuidora: 
Duración: 
127
Contenido formativo: 
Crítica: 

Años veinte, cerca de París, en el señorial castillo de la acaudalada baronesa Marguerite Dumont. Como todos los años, se celebra una fiesta para recaudar fondos en favor de los damnificados por la reciente guerra. Se trata de una velada musical cuyo punto álgido es la intervención de la misma anfitriona, gran apasionada de la ópera. Sin embargo, Madame Marguerite no es consciente de hasta qué punto desafina y su canto resulta ridículo. Nunca nadie, ni tan siquiera su marido, ha osado advertirla, todos la adulan y alimentan de tal modo su fantasía que en ningún momento ha dudado de que es una gran diva. Pero la cosa se complica cuando, animada por los aplausos de sus hipócritas amigos y el silencio cobarde de un marido débil e infiel, toma la decisión de salir de los salones de su mansión y cantar en París ante un verdadero público, para llamar la atención del hombre al que ama y poder recuperarlo.
El director francés Xavier Giannoli se inspira lejanamente en una adinerada americana, Florence Foster Jenkins, que vivió a principios del siglo XX, para ofrecernos el agridulce retrato de una pobre mujer que fracasó en sus dos grandes pasiones, la ópera y el amor de su marido. Al principio el Madame Marguerite aparece patéticamente ridícula, pero a medida que avanza la historia, vamos comprendiendo la profunda soledad en que está sumida, siempre rodeada de multitud de personas todas dispuestas a aprovecharse al máximo de su dinero, vamos empatizando con ella y la risa se convierte en sonrisa benevolente y llena de ternura.
La ambientación de época es perfecta y Catherine Frot está realmente magnífica en su personaje, en el que sabe aunar lo trágico y lo cómico hasta casi confundirlos. El resto del elenco está también muy bien, destacando Denis Mpunga como el fiel sirviente Madelbos, a la vez chófer, secretario, fotógrafo, cómplice en escenificar sus delirios y, sobre todo, discreto protector. Algunas escenas resultan muy graciosas, como cuando el viejo cantante de ópera que va a dar clases de canto a la baronesa la oye cantar por primera vez, si bien, al mismo tiempo, no deja de impresionarnos la ingenuidad de Madame Marguerite.
La película es divertida y conmovedora y también acaba dejando grandes interrogantes para la reflexión, como el peligro de llegar a confundir lanzarse con pasión a vivir los sueños, o limitarse a soñar la vida; o el drama de carecer de talento para alcanzar una meta intensamente deseada; o el dolor de amar inútilmente a quien es incapaz de corresponder.