Cine y Valores

La comuna

Título original: 
Kollektivet
Género: 
Puntuación: 
6

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Publico recomendado: 
País: 
Año: 
2016
Dirección: 
Fotografía: 
Música: 
Distribuidora: 
Duración: 
111
Crítica: 

Erik y Anna están casados desde hace quince años y tienen una hija adolescente, Freja. Él es profesor en una escuela de arquitectura y Anna es una conocida presentadora de televisión. El padre de Erik, con el que no mantenía ninguna relación desde hacía años, acaba de fallecer y le ha dejado en herencia a su hijo un enorme caserón en Hellerup, al norte de Copenhague. Erik decide venderlo, pues condicionarlo y mantenerlo resultaría excesivo para los ingresos de la familia. Sin embargo su esposa le propone que inviten a algunas personas a vivir con ellos. Así compartirán los gastos y, lo que es más importante para ella, podrán vencer la monotonía y el aburrimiento que están amenazando a su matrimonio. Pronto forman una comuna de nueve personas, bien organizada, en la que no hay ningún jefe y todo se decide de modo asambleario. Aunque parece que la vida en común transcurre adecuadamente y con bastante orden, en realidad el equilibrio de unas meras relaciones de convivencia es muy endeble, y así todo se resquebraja cuando Erik se enamora de Emma, una joven alumna suya, que también se muda a la casa.

En la comuna no hay promiscuidad, pero sí hay una ausencia total de pudor y respeto por la intimidad personal. Es esa especie de «buenismo» ingenuo de mirada alicorta, que no ve el cuerpo humano más que como realidad material objetivable. Al no distinguir su dimensión personal de alto rango, lo único que cuenta es dar rienda suelta a las pulsiones. Los personajes no son capaces de elevar su mirada por encima del nivel de los instintos, cada uno bien encapsulado en su propio egoísmo. No saben distinguir la diferencia de nivel y calidad que hay entre conseguir orden en la convivencia y buscar el bien común, sentir atracción por las cualidades de una persona que pueden satisfacer sus apetencias y deseos y amarla de verdad, buscar esforzadamente su bien y su felicidad.

El reparto es muy bueno, especialmente Trine Dyrholm, magnífica como mujer que está entrando en la madurez, profesional brillante, segura de sí, complaciente con sus propios instintos, y que de súbito ve cómo pierde el control de su vida. Los personajes tienen un cierto perfil tragicómico, que provoca a veces la sonrisa, pero, en general, la película nos deja con el sabor agrio del sinsentido de la existencia cuando el sexo se desgaja del amor generoso y las relaciones humanas son meramente coyunturales, aunque todo se presente envuelto en una suerte de superficial ternura.    

La clave de interpretación de la película es la anécdota que cuentan de un experimento con niños, que demostró que sin amor no se puede vivir. Esa es la realidad de la historia de los habitantes de la comuna: sin verdadero amor, la vida no puede fluir.