Cine y Valores

Enamorado de mi mujer

Título original: 
Amoureux de ma femme
Puntuación: 
6

Average: 6 (1 vote)

Publico recomendado: 
País: 
Año: 
2018
Dirección: 
Fotografía: 
Música: 
Distribuidora: 
Duración: 
84
Contenido formativo: 
Crítica: 

[Crítica cedida por Pantalla 90]

LOS FANTASMAS DEL DESEO

Daniel, un editor cincuentón, y su esposa Isabelle, una profesora algo dominadora, invitan a cenar a su amigo Patrick, que acaba de separarse de su esposa, íntima amiga de Isabelle. Patrick llega acompañado de Emma, su nueva novia, una joven española treinta años más joven que él, que rezuma encanto y sensualidad. Daniel está enamorado de su mujer, pero ha quedado tan impresionado por Emma que la imaginación se le desboca, y se encuentra atrapado entre la mirada intuitiva de Isabelle, que lo conoce perfectamente y es capaz de leer en su rostro lo que está pensando, y las extrañas fantasías que se apoderan de él sin que pueda evitarlo.

La película es una adaptación de la obra de Florian Zeller -responsable a su vez del guion- L’envers du décor, que el mismo Daniel Auteuil dirigió e interpretó en 2016. Pero el cine permite convertirla en una divertida farsa amorosa en la que se mezclan rasgos de vodevil con una mirada más seria al alma humana, para señalar con qué facilidad podemos caer en comportamientos absurdos por no detenernos a analizar con rigor el conjunto de nuestra vida, en lugar de doblegarnos irreflexivamente a nuestros impulsos momentáneos. Además de hacer reír, la película sugiere algunas preguntas interesantes: «¿Por qué a veces se despierta en nosotros un deseo ardiente de algo distinto de lo que tenemos?». Daniel era feliz con su mujer y sin embargo una especie de embriaguez -que va mucho más allá de un simple deseo carnal- le nubla el sentido. Si sabemos que un deseo no lleva en sí mismo su propia justificación, ¿por qué dejamos a veces que un deseo absurdo o malsano turbe nuestra imaginación y hasta nuestra vida?

Entre esas dos grandes figuras del cine francés, Auteuil y Depardieu, hay un tal entendimiento y una tal conexión, que es una delicia ver cómo se complementan. También Sandrine Kiberlain está magnífica. Pero hay que destacar a la joven actriz española Adriana Ugarte, perfectamente cómoda con esos tres extraordinarios actores. Un reparto de lujo.

La película juega constantemente con el salto de una situación concreta, una cena de amigos, a las visiones fantasmagóricas de Daniel. El acierto del director es que ha ido mezclando progresivamente las escenas de la cena los y flashes de imaginación, hasta que ambas realidades se confunden totalmente. Así el relato va pasando suavemente de la pura comedia al drama. No porque éste se imponga, sino simplemente porque, bajo la risa amable, deja entrever que caer en la tentación de tomarnos con ligereza las relaciones afectivas tiene irremisiblemente sus consecuencias.

No es una película memorable, de las que dejan huella en la historia del cine y en el recuerdo del espectador, pero es una comedia ligera bien interpretada, muy divertida, que hasta da algo que pensar y, sobre todo, que distrae y permite pasar un buen rato.