En un circuito de automóviles de carreras, Gigi conoce a Bibi, hermana de un amigo. Ella es piloto de carreras por afición, pero trabaja en el negocio familiar. El apuesto Gigi se presenta como importador de coches, por lo cual debe viajar con frecuencia fuera del país. Entre ambos jóvenes surge de inmediato una mutua atracción y, a pesar de las reticencias y las dudas del padre de Bibi sobre el novio de su hija, inician una relación sólida y se van a vivir juntos con el proyecto de casarse pronto.
Matthias Schoenaerts y Adèle Exarchopoulos están fantásticos en sus respectivos papeles y todos los secundarios en conjunto llevan a cabo un trabajo correcto. La película arranca muy bien y toda la primera parte engancha totalmente. Es un thriller inquietante, con mucho misterio y unos personajes sugerentes: la delicada Bibi, que se transforma al volante, cuando hace rugir el motor a velocidad de vértigo; Gigi -marcado por una infancia tremendamente dura- con una doble vida entre el amor, las mentiras y las relaciones peligrosas con el mundo gansteril. La chica intuye que tras la aparente normalidad de su novio, se esconde un secreto, pero no puede ni imaginarse de qué se trata en realidad.
Desde el principio, la intriga y la acción sin tregua tienen al espectador clavado en la silla sin pestañear. Sin embargo, en un momento dado, el hilo narrativo da un giro brusco y se convierte en un melodrama romanticón que parece no saber adónde va ni cómo terminar. Los acontecimientos se precipitan y acumulan de tal modo que no sólo le restan vigor a la narración, sino que la adensan hasta la pesadez. Una auténtica lástima, porque se pierde la gracia de una película que resultaba enormemente interesante.