Cine y Valores

El espejo de los otros

Título original: 
El espejo de los otros
Género: 
Puntuación: 
5

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Publico recomendado: 
País: 
Año: 
2015
Dirección: 
Fotografía: 
Música: 
Distribuidora: 
Duración: 
119
Contenido formativo: 
Crítica: 

«El cenáculo», un extraño y conturbador restaurante de Buenos Aires, oculto tras una vieja puerta cubierta de grafitti. Nadie puede adivinar que al otro lado de esos lúgubres muros, en las ruinas de una antigua catedral gótica, con hermosas vidrieras que representan la «Última Cena», pueda existir tal lujoso establecimiento. Sólo tiene una mesa y cada noche ofrece una única «última cena». A lo largo de la película, asistimos a cinco sucesivas «últimas cenas», cinco historias de amor, odio, frustraciones, rencores y soledad. O, mejor dicho, son cuatro historias más una, que funciona a modo de epílogo… o como un espejo en el que se pretende que el espectador se vea reflejado. Tres hermanos, traficantes de pastillas, se reúnen con sus respectivas parejas; un viejo amante ha convocado a su amada, cuya ausencia le resulta insoportable; un «ciego» se ha citado con una desconocida; una anciana enferma terminal ha abandonado el hospital con ayuda de una amiga, para encontrarse con la mujer que fue el amor de su vida; y finalmente los dueños del restaurante tienen también su oportunidad. La vida humana concebida como un complicado e indescifrable laberinto de espejos tiene reminiscencias, o así quiere darlo a entender Marcos Carnevale, de Jorge Luis Borges. La estructura es totalmente teatral, toda la acción se desarrolla en el mismo escenario, la lujosa mesa en el marco simbólico de las ruinas de una catedral que fue espléndida años atrás. Como la vida de cualquier hombre, de la que, con el paso del tiempo, no quedan más que los cascotes de las ensoñaciones de la juventud, la nostalgia de lo que fue, el rencor por lo que pudo haber sido, el dolor de lo que no fue, y aún un rescoldo de la vana ilusión de poder todavía encontrar un último aliento de sentido para el extravío de su existencia. Desde la cocina y el gabinete, los extraños dueños miran y escuchan a los erráticos comensales y, de algún modo, se ven ellos mismos, con sus incertidumbres y sus miserias, en el espejo de los otros. La propuesta del caleidoscopio, en el que se contemplan casi al mismo tiempo diversos personajes que constituyen otras tantas manifestaciones del ser humano, perdido en el laberinto sin encontrar la salida, podría haber sido interesante. Sin embargo los diálogos, pretenciosos y grandilocuentes, son poco profundos, hechos de lugares comunes. A pesar de que la película está bien hecha, con tintes poéticos no exentos de belleza, con un elenco que cumple francamente bien, al final acaba haciéndose larga reiterativa, pesada.