Ariane es una jueza brillante, dedicada plenamente al ejercicio de su profesión, y que ha tomado la firme decisión de no vincularse a nadie, nunca formar una familia. Pero una noche de fin de año, se ve prácticamente obligada a participar en la fiesta de Nochevieja en el Palacio de Justicia de París. Para soportar el tedio que le produce el ambiente, toma algunas copas, hasta el punto de no recordar nada de esa celebración. Seis meses después descubre que está embarazada, y empieza una auténtica investigación judicial para tratar de averiguar quién es el padre. Los candidatos son a cual peor.
Divertidísima comedia, que mantiene la risa del espectador de principio a fin. Tiene algunas escenas de cine gore delirantes, en tono de broma, como toda la historia. Sin embargo, sin perder nunca la forma alocada, hay momentos para la ternura que conmueven al espectador, sin que, por eso, deje de sonreír. Magnífica la escena del niño en el vientre de su madre, sonriendo de felicidad.
No es propiamente una película de denuncia, pero el director dirige su mirada a la sociedad y se detiene en las debilidades y las incoherencias humanas, aunque siempre con la mirada amable de un humor sano e indulgente.
“9 meses... ¡de condena!” acaba siendo un canto a la vida y un acto de fe en la bondad del hombre, sea un delincuente profesional, sea una jueza que, al final, acaba bajando la guardia de su egoísmo y su misantropía.
Película totalmente recomendable, para quien quiera pasar un rato divertido de los que dejan buen sabor de boca.